Las agresiones a médicos y otros sanitarios se incrementan y un cierto clima de inseguridad puede estigmatizar la relación hipocrática. El juramento, que entre otras cosas dice «.a nadie daré veneno.pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza.», se puede tambalear.
Detrás, internet que da pistas sobre todo y políticos ansiosos de fotos populistas.
Los médicos están para curar si pueden y no para defenderse de aquellos violentos que fuerzan la decisión al pedir una baja laboral o renovar un tratamiento o lograr la visita a un especialista.
He hablado con algunos de esos sanitarios, forzados casi a la defensa personal, y se quejan de dos cosas esenciales: la carga administrativa que les resta tiempo de su función básica que es la de atender al doliente y la indefensión frente a aquellos que han pasado de ser pacientes a impacientes.
En el fondo late la crisis donde duerme la frustración.
La frustración es acumulable. Veamos la nueva Fe. Entremos en ella. Taxi o aparcamiento imposible. Pasillos del dolor interminables y gentes con el gesto de quien busca y no halla. Eso lo arreglará el tiempo, claro. La llegada a la nueva Fe de Valencia, el ‘macrohospital’ de hall aeroportuario de factura marmórea, que ofrece ascensores escasos, mínimos de amplitud para dos carros con bebé y una silla de ruedas de las plegables. Arquitectura pomposa.
Elevadores dónde se amontonan gentes que ven pasar el tiempo sin subir, que esperan ser citados por personal escaso tras la mesas, haciendo cola en la salida ascensoril.
El paciente se torna impaciente, mira el reloj, tose, empieza a notarse el tono de la conversación una escala más alta y finalmente estalla cuando se da cuenta que para usar un WC de minusválidos hay que bajar a la planta baja.
¿Tiene el médico la culpa? No. Está al final de la cadena.
¿Por qué parece que la gente se ha vuelto más violenta?
Vaya usted a saber. Hay cosas que caen como una bomba de racimo y a lo mejor es la acumulación de objeciones las que alcanzan una masa crítica que estalla cuando un detonador, simple en apariencia, se hace presente. Buenos días.