LA CHISPA
La Conversión
Carlos Pajuelo de Arcos
La observación de las listas electorales o electorables-quien sabe- me ha dado por pensar en un proceso casi químico y vital cual es la conversión.
Es un camino, lo sé, y en política, por lo visto, el camino se puede recorrer por encanto de un día para otro o gradualmente o inevitablemente; al parecer la longitud de las listas de elegidos da para todas las versiones de conversión.
Ayer zaplanista hoy campsista, Ayer Rajoista centralista mañana catalanista . Mucho ista para tan poco espacio.
Aunque se dice que el espacio cósmico sigue en pleno big ban, en expansión, y nosotros aquí luchando por las hipotecas bancarias y por el rescate. Vamos bien, dice Salgado, reconvertida en sacerdotisa al servicio del Sanedrin cajabancario. Es el augur.
Sin llegar a caerme del caballo en plan San Pablo y sin acudir a la religión como testimonio de que la conversión produce alegría, reproduzco aquello de :“Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión (Lc 15, 7) “ pues eso, que me alegro mucho que unos y otros luchen denodadamente por mantener su cuota de poder y otros hayan soportado en silencio la expulsión porque luego han sido recompensados.
¿Es que eso solo ocurre aquí y solo en la política? No.
Ahí tiene usted el caso de Mónaco, el mini estado, travestido de ruleta, que ha asistido a la conversión al catolicismo de la protestante que tomará el relevo principesco en forma de boda con el príncipe Alberto, ya madurito de 53 años. Ella ha visto la luz, ha encontrado el camino y se ha “tirado” a la joven espalda su diferencia de edad y convicciones.
Esa boda que, junto a la inglesa, llenará las páginas rosa, marrón y medio pensionistas de las revistas y las páginas de sociedad de los diarios, levantará, por unos días, el ánimo de muchas jóvenes que pueden estar, a lo mejor, ahora esperando “al príncipe azul”.
Yo aconsejaría buscar la autosuficiencia como vehículo de libertad. Ya no quedan príncipes azules. Se los han llevado ya. Buenos días.