LA CHISPA

El silencio

Carlos Pajuelo de Arcos

Suena en mis oídos la algarabía de la protesta, por el silencio del que  hace gala nuestro actual presidente.

¿Por qué calla? preguntan muchos tras el disparo a la línea de flotación de las economías individuales, vía impuestos.

Este silencio me recuerda escenas en reuniones en las que yo era parte activa; asistía  con un “a manera” de director general, porque no parecía ejercer como tal.

Siempre estaba silencioso y con el paso del tiempo, alejado de aquellas maratonianas reuniones- eso que se ha dado en llamar maitines- no sé si es que era la prudencia echa sabiduría o era que no tenía nada que decir.

El silencio. ¿Es el silencio del Presidente un signo para establecer una pausa? ¿Es la ausencia de sonido por haber caído en un estado catatónico al ver la que se le ha caído encima? ¿Espera el clamor de las masas para decir algo?

Aquí nos encontramos ante un clásico fenómeno de comunicación. El silencio forma parte de la comunicación porque sin su existencia no cabría la reflexión sobre lo que oímos.

Yo creo que estamos ante un silencio llamado subjetivo- el objetivo es la mera ausencia de ruido- que tendería a dramatizar más la maltrecha situación de la economía, que es ahora la cúspide de toda preocupación

. Si es así, la intencionalidad del silencio es cada vez más obvia, más aguda y se prolongará – lo ha dicho “la niña” – hasta que el Congreso se reúna después de divertirse.

¿No hay comunicación como señalan algunos? Yo creo que si la hay. Hay reglas semióticas en la interpretación de los silencios.

¿Quién no se ha preocupado por el silencio largo de un niño cuando está jugando e incluso durmiendo?

La propia imagen, por ejemplo, del saludo de Rajoy el día de la Pascua Militar al Rey es esencial para interpretar el estado de ánimo, digo, de ambos. ¿Sí? Si.

Vean la inclinación moderada de la cabeza saludadora. Comunicación no verbal clarísima. Es la lectura por la imagen. No se dice que “una imagen vale más que mil palabras”. Pues ahí está. Estúdienla. O dediquen su tiempo a pensar en el silencio como arma amedrentadora. Buenos días.