He seguido de forma intermitente el juicio,muy mediático por cierto, de Camps y Costa. He seguido sobre todo las reacciones de los acusados hoy encontrados no culpables ( un matiz que hay que considerar y que sobre todo consideran aquellos que se encuentran enfrente en materia de rivalidad política).
Los gestos son interesantes, el lenguaje no verbal acentúa, o no, las características de quienes lo usan; cuando digo “no verbal” me refiero también a las llegadas , las respuestas a los insultos o abucheos, a las prendas que usan, a los coches que llevan. Todo se concentra en uno y de uno surge una imagen que se proyecta sobre el observador.
Camps aparece, al menos desde que ha empezado y terminado este juicio, como un sujeto de frases excesivas e infantiles. Comienza en sus comparecencias a propósito de este tema cuando en Las Corts hace referencia a “los escaloncitos”, sigue en el juicio hasta el extremo que es llamado al orden por el magistrado en ocasiones por sus gestos y conversaciones con el abogado que lo representa y Costa permanece frío, estoico, llega sin grandes acompañamientos y se coge, de vez en cuando, de la mano de su pareja femenina.
Gestos de mirada al cielo, lectura de un libro sobre la paciencia de Job en el caso de Camps y un Costa más pausado, menos “mirador” al cielo. Si hay algo que me ha llamado la atención es el tono de las conversaciones grabadas y su contenido extraño en la voz de dirigentes serios, dirigentes que se están gastando un dinero que, entre otras cosas, es mío y de mis conciudadanos.
Con este asunto gasto poca broma.No tiene gracia el despilfarro y no tiene gracia lo “de amiguito del alma, el que te quiero un huevo o el pedir caviar para los papas de uno”. Eso en la intimidad o en casa.
Al elevar el objetivo de mi mirada sobre el asunto, descubro un Costa más escueto en el gesto, más pausado en el ejercicio de su contención y más contenido en la explosión de alegría.
Declaro solemnemente que Costa no viste como a mi me parece que es mejor.A mi no me gusta aunque a lo mejor él diría lo mismo de mi y lo comprendo porque es cierto que tengo que mejorar mi vestuario, pero también declaro con la misma solemnidad que me ha gustado su reacción ahora y que ha subido un par de escalones en mi subjetiva opinión.
¿Cómo hay que ser? No tengo mucha idea.Supongo que además de honesto, conocedor del oficio de servidor público, estar debidamente formado técnicamente, ofrecer una imagen no verbal contenida, de serenidad ante los acontecimientos, templada hasta para la situación de ser “agredido” públicamente y esa actitud, preñada de aptitud sin duda, generará la confianza necesaria.
Si. Han sido absueltos por falta de pruebas consistentes. Un alivio para ellos.
A mi me queda por recibir respuestas a la “salida de tantos dineros” , al como se ha llegado a “fabricar” tanto gasto corriente por “culpa” de los abrevaderos construidos para satisfacer a amigos, a amiguetes , a compañeros, a ideologías partidistas, a la desmesura de organismos con no demasiada eficiencia en la gestión.
Usted me dirá que en todas las etapas, colores políticos etc ha ocurrido lo mismo. Si. Por eso muchas generaciones atrás, tanto que llega hasta el Conde Duque de Olivares se hace visible aquello de que somos ” gentes blandas”.
Mi amigo Martinez Castellano y otros dicen que saldremos y yo estoy de acuerdo en que saldremos adelante y arriba.Nadie dice, sin embargo, cual será el coste, las victimas de esta carrera de recuperación y a quien hay que colgarle la medalla.
Volviendo al enunciado acerca de la continencia como expresión, puede que sea mejor ser un sujeto comedido que uno exaltado, aunque a este último parece que se le escucha mejor porque grita más. Buenos días.