Procacidad
Es el caso que algunos de mis lectores me invitan a ser menos procaz; según ellos el empleo de algún “taco” supone una agresión innecesaria y emborrona el texto, bajando el nivel. No digo que no.
Intentaré encontrar una “coartada” a esta capacidad libre de expresión que surge de una fuente indiscutible cual es la calle.
La calle suele, descarnadamente, mostrase insolente en su atrevido lenguaje cuando necesita dar testimonio de su fatiga o de su alto grado de enfado con una determinada situación.
Esa aparente insolencia es una válvula de escape que permite exhalar al aire, fíjense que solo al aire, el exceso de presión como si de una olla fuese.
Yo no llamaría desvergonzado a alguien que en su ataque primario de furor pronunciase una palabra que sonara como un puñetazo aéreo, verbal como un ariete.
El Nobel Miguel Ángel Asturias señalaba a propósito de una definición o mejor de una respuesta a la pregunta, en un Congreso, acerca del papel de los carteles y el escritor sentenció que : “un cartel ha de ser como un grito en la pared”.
No defiendo el “taco” como elemento constante, lo uso como medio de un grito de incontinencia deliberada.
Prefiero esa aparente desvergüenza a un falso pudor, un recato informativo que oscurece la verdad desnuda, un falso rubor que hace un flaco favor a la información periodística y una timidez que encierra una cierta cobardía.
¿No sería una falta de decencia el evitar llamar cara dura, merendón, corrupto y enlazarlo con alguna frase extraída de la cantera local cual fue la de ayer al citar yo lo de : “…nos la han metido doblada..” que es de un grafismo definitivo y por cierto de un dificultad física sin paliativos y que ni siquiera el Kamasutra contempla?
En cualquier caso me digo a mi mismo que debo evitar la procacidad para “elevar” el tono y la calidad de las columnas de opinión. Amén. Buenos días.