La Procesión
Los hornos , la Plaza de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles en el centro de la Semana Santa Marinera, estaban abarrotados de gentes vestidas de época, músicos de esplendidos uniformes , samaritanas, niños y niñas con capas de color inmaculado blanco sin costuras que nos hacían pensar en cómo se harían , soldados vestidos de romanos y alguna romana.
La gente se conocía, se besaba y se admiraba. Eran casi todos vecinos de años de liturgia mezclada con cierto paganismo en el predesfile.
Eran sobre las 6 de la tarde , las cinco el día anterior, el calor apuntaba todavía y de la playa cercana algunos se cruzaban con nosotros y la luz lo inundaba todo. Era la vida en palpitación evidente. El Mediterráneo barroco en estado puro.
Fuimos a comprar una torta con almendras y pasas , un pan quemado y algo de bebida fresca , la cola era importante y allí el de la trompeta dentro de su precioso uniforme , que para sí lo querría la policía local, por ejemplo, hacía su cola con paciencia y delante de nosotros un melena rubia, no podía ser natural, que llegaba hasta la cintura y debajo una de esa capas blanca con un bordado de una cruz que yo creo que era de Calatrava y mi acompañante no me lo pudo aclarar , aunque está muy puesta.
Un volteo de campanas espectacular , festivo, anunciaba que la procesión iba a salir y la hornera atendió la petición de un joven que llevaba en la mano un casco con plumas blancas más grande que él , poniéndole con urgencia y habilidad un huevo en la mona que se fue comiendo.
Las diferentes bandas hacían sonar su instrumentos en un ensayo postrero y pronto el anda con un Cristo maniatado y un Poncio Pilatos ,era arrastrada hasta el centro de la Plaza desde el pórtico y nosotros nos fuimos deprisa a recostar nuestras espaldas sobre alguna pared vacía a una calle del itinerario y a esperar que la procesión ya “enseriada y poco folklórica” pasase frente a nosotros al paso lento y sonoro de los tambores que marcaban un ritmo que supusimos agotador para quienes , llevando sandalias o tacón alto , se prestaban como cada año al honor de ocupar la calzada en homenaje a la catolicidad festiva y participativa.
Aquello era el fruto de un año de trabajo y de muchos años de tradición. No creemos que alguien decida , mediante decreto suspender , variar la / las procesiones ni aquí , ni en Sevilla , por ejemplo.
Regresamos charlando y comiéndonos la torta con pasas – que hay que ver como llena-. Volvíamos navegando en recuerdos de infancia. La Pasión y la Pascua están aquí. Sean bienvenidas. Buenos días.