SALVADORES DE PARTIDOS
Lo recuerdo compartiendo mesa de centro, que se llama, en las Azores con sus pies botas junto al “vaquero” Bush y las armas de Irak pendientes de un hilo en el aire del local utilizado para sellar la alianza.
Le ha ido bien, dicen, en materia del aprovechamiento de sus naturales contactos con el mundo, tan bien como a los dos expresidentes González y Zapatero.
Aznar ha dicho que él no está comprometido con nada, ni con nadie y yo supongo que se refiere a la política, lo que presumo yo es que lo dice con la boca pequeña, porque si de compromisos hablamos habría que ver su papel como consejo de diversas entidades que son marcadamente liberales o mejor capitalistas.
El erigirse en salvador del centro derecha para aglutinarlo a su
manera es como si dijera. “Chicos no os peléis que viene papá y yo domaré a Ciudadanos y lo haré pasar por las horcas aznarianas”.
Lo he visto y oído estos días y me parece que su gesto es amargo, de expresión hosca y su verbo rotundo huele a dictador. O conmigo o contra mí, parece decir y eso suena a pasado.
Yo creo que hay que dejar pasar a los más jóvenes que quizás pueden aportar algo más y con mayor ímpetu que el resabio de quien tiene mucha experiencia y el colmillo retorcido.
Su sonrisa no es del todo franca risa, sino dientes conformados a la circunstancia, como si fuera de obligado cumplimiento.
Aupado sobre el mismo se siente orgulloso de si mismo, de su inglés, de su forma física y es probable que se diga ”lo que quiero lo consigo” y ese partido- que no ha sido fundado por él por mucho que alguien lo diga- cree que le dura dos días para ponerlo en orden.
Por otra parte esta actitud no es nueva y recuerdo las lanzadas al costado dadas a su sucesor, un sucesor “dedado” por él, o sea nombrado a dedo y que se ha ido distanciando con cierta celeridad de sus mandato en la sombra.
Hay que limpiar ciertos tics. No aceptar como legitimo el gobierno de Pedro Sánchez es negar la legitimidad del Congreso.
Yo creo que sus apoyos están muy condicionados