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Carlos Pajuelo

Pajuelo: la chispa

CALANDA

CALANDA

Es el caso que estos días pasados me he ido a mirar y disfrutar del Bajo Aragón para tomar datos para una nueva novela en la que trabajo.

Quería saber sobre maquis y sobre la línea del frente en el ´36. Se han empeñado en contagiarnos la guerra civilismo a fuerza de insistir. Veremos.

Ayer recalé en Calanda en busca de paz y serenidad, tras huir de la información sobre el bombardeo por los italianos de Alcañiz, que para mi es más cruel y salvaje que el de Guernica y más desconocido. Se habla en un libro de un profesor de la localidad de más de 500 muertos. Lo dejo aquí. Tiempo habrá…o no.

Voy en busca de Buñuel, de la rompida de Semana Santa y de los famosos melocotones.

No veo ni un alma en la Plaza de España y me siento a tomar un algo hasta que abran la galería, el museo de Buñuel, del que tengo referencias extraordinarias.

Pasó algún tiempo, hasta que abren el Museo sentado y no veo a casi nadie; un par de empleados de un banco, una pareja, ella y él, de la Guardia Civil un par de musulmanas o al menos lo parecían por la indumentaria empujando un carrito de bebé, la sacristana, digo, que cierra la Iglesia de la plaza.

La llamo y le pregunto cómo es que, a esas horas, las 3 de la tarde, tiene la iglesia abierta y me dice que han vuelto a hacerlo por si alguien quiere entrar un momento (yo lo había hecho antes porque en esta zona la semana santa es muy fuerte y popular ,por cierto, el municipio es del PSOE y aquí nadie mueve un dedo anticlerical; es más me dicen que al revés a apoyarla a muerte…)

Pregunto un par de cosas sobre los tambores al dueño del bar, uno de los tres que allí hay en la Plaza, y sin más al cabo de unos minutos noto la presencia de un noble caballero que peina canas, como yo, por cierto, y me dice: Me informan que pregunta usted por la Semana Santa y yo contesto, en efecto.

Se trataba del “boticario” ya, dicen, jubilado, el licenciado Royo (supongo que se escribe así) que ha sido, es y espero que será por mucho tiempo alma y vida de esa singular Semana Santa que rompe el alma con sus constantes toques de tambor.

Quien me conoce sabe que aprovecho cualquier oportunidad para extraer información y me entrego a fondo. Pegamos la hebra el licenciado Royo y un servidor y aunque le invito a sentarse, permanece de pie y digo yo que dado que no habíamos entrado en amistad inmediata lo entiendo, pero el boticario finalmente se sienta para mi agrado, sigue y sigue e intercambiamos experiencias y mire usted por donde entro en saber que aquella plaza que tan grande se ve por la televisión el día de viernes santo es realmente pequeña, pero…

Habiendo entrado en harina me informa con detalle de la vida del indiano Buñuel- el padre del cineasta- y vemos la casa en la plaza. Hablamos de su esposa, la hija de la posadera que a la sazón tenía 17 años y el indiano unos cuantos, bastantes, más. Cosas. Me vine a la memoria Machado que también termina por casarse con la hija de la patrona de su pensión. Más cosas.

Hablamos de la guerra civil y de los acontecimientos que se vivieron en su familia y en otras, por ejemplo, la mía.

Yo voy a mandarle la columna y espero que le parezca bien, porque gustarle puede ser excesivo

Mañana o al otro, quien sabe, hablaré de Luis Buñuel, Espero que mi compañero y amigo Rafa Mari lo acepte, me refiero al sentimiento que me produce su obra (la de Buñuel) Y digo Rafa Mari porque lo considero un buen periodista experto en cine y ajedrez, dos artes que yo observo y no domino. Hasta pronto.

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Por Carlos Pajuelo

Sobre el autor

Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros. Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera


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