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Carlos Pajuelo

Pajuelo: la chispa

MÁS SOBRE MOCHILAS(EL RELATO)

MÁS SOBRE MOCHILAS (EL RELATO)

Ayer en un acto tertuliano al que asistí, un compañero de debate me saludó, como siempre lo hace, con cariño y algún gesto como de ponerse una mochila teórica o como si me preguntase : “Carlos ya te has comprado esa mochila milagrosa” .

Era a propósito de la columna mía de ayer en este honorable diario, que era una tanto mochilera en su contenido.

Voy a describir con detalle como si fuera un guioncito de mini película costumbrista.

Yo le hice un gesto con la cabeza negando (y como no era Bulgaria, donde el gesto nuestro de NO quiere decir SI y el de SI quiere decir NO, lo que causará algún malentendido, supongo) y como no tuve tiempo después (-yo tenía miedo de perder el autobús-) de explicarle el porqué no había comprado una mochila, lo hago aquí y ahora.

Todavía no he caído en el acto físico de comprar “on line”, en los grandes almacenes o en los comercios de los honrados chinos (que por cierto están a punto de celebrar por la calle Bailén su año nuevo, con sus colores y dragones semi movientes) porque he sido testigo de un suceso a punto de convertirse en luctuoso.

Algunos lectores que me siguen saben de mí como pasajero habitual de los buses de Grezzi , a los que prefiero, por cierto, frente a la alternativa de un atasco infinito.

Digo que andaba sentado en un bus de la línea 9, cuando un tipo de considerable tamaño, “un grandot” o en lenguaje de ahora “un armario de tío”, sube uniformado con su anorak desplegado en su máxima expresión capuchera y de ahí, de su espalda, surgía un bulto enorme que yo comprobé que era una mochila y que a la sazón parecía ir llena de libros y otros efectos. Héteme aquí que el conductor arranca como si quisiera ser el primero en un virtual parrilla de formulas 1 de autobuses y todos los que iban de pie oscilaron en un movimiento pendular de tal suerte que el de la mochila se empotra contra una ventana junto a la cual moraba una señora de tamaño medio, tirando a bajita, y en ese acto de ida y vuelta del personal viajero desaparece bajo el “Grandot” y su mochila.

Yo al cabo de un minuta largo advertí una especie de movimiento de brazos a la manera de alguien que se ahoga y le dije al “grandot” con educación exquisita.

“Creo que está usted matando a una señora que está debajo de usted ” y el mochilero gigante se dio urgentemente la vuelta y comprobó “in situ” que era verdad lo que yo le indicaba.

A la vista de ello se desarboló y en un intento de quitarse la mochila, el adminiculo espaldil pasó rozando el cuerpo de otro y me rozó la cara que tuve a bien escorzar para evitar un mal de ojo.

Grandes protestas, intervención de algún “grasioset”, gran barullo mañanero y…me tuve que bajar dejando al personal opinando sobre mochilas, autobuses y haciendo mención a los familiares cercanos del Sr. Grezzi, del conductor de formula 1 y aquello se convirtió en una especie de afueras del parlamento andaluz en plan escrache. Es la vida misma.

 

¿Comprendes ahora, amigo mío, porque me niego a comprarme una mochila? Tengo miedo de convertirme en un asesino. Ya sé que la cárcel de hoy no es como las de antes, pero…

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Por Carlos Pajuelo

Sobre el autor

Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros. Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera


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