MEMORIA HISTÓRICA
Lejos de mí intención renovar las cenizas que permanecen en brillante rescoldo en los hijos, nietos y supervivientes de uno y otro lado de la guerra civil española. No.
Para ese menester ya tengo escrito algún libro y una novela a punto de ver la luz sobre algún personaje que reniega de unos y otros y ha decidido sellar la paz consigo mismo…pero claro, ya digo, esa es otra historia de la que ya hablaremos si el tiempo me deja.
Aquí y ahora se trata de que he leído lo del antiguo estadio madrileño Calderón.
Ha decidido “inventarse” la posibilidad de llevarse un trozo de césped antes de que la gigantesca bola de acero, lo destruya, lo eche abajo ante los acuosos ojos de quienes han vivido allí tardes gloriosas o han llorado amargas derrotas.
El estadio es hormigón sensible y la cúpula directiva no es ajena a sus socios y amigos. Han pensado y ¡Eureka! Se han dicho: “que los nuestros se lo lleven a casa”.
Ni un aficionado sin su Calderoncito. Dicho y hecho. Eso si que es rapidez y no los expedientes gubernamentales, provinciales o municipales.
Mediante el honorable pago de 34,95 para los socios y 44,95 los no socios, se puede llevar uno un trozo de césped y un certificado dentro de una especie de urna de metacrilato su “trocito” a casa para que el aficionado del alma, que sigue los tocamientos del Sr. Simeone con gran regocijo como sí fuera una prolongación de sí mismo ,pueda rememorar con sus nietos o su primo, el que en aquel césped puso la bota el “niño” o cualquiera que sea de su preferencia.
La gente no para de inventarse cosas. Todo es objeto de recuerdo y puestos a recordar y dado como está el asunto uno podría tratar de llevarse cualquier cosa.
Desde las bragas- ya vendidas, por cierto- de la Sra. Monroe hasta el peluquín, en su día , del S. Trump o la foto de la Sra., May marcándose unos movimientos de baile antes de que se quede paralizada por el Brexit que no hace más que darle disgustos; aunque si es cierto eso de que lo que no te mata te hace más fuerte ,esta señora superará en resistencia interna a la malograda Sra., Tacher en aquella lucha, casi eterna, con los mineros.
Haga usted el favor de pensar en lo que se llevaría usted con urna o sin ella de su vida actual o anterior. Yo voy a ver primero si tengo sitio. Lo mío no es como el caso del hermano de mi nunca desaparecido amigo Alfredo que, al parecer, disponía de un local alquilado donde guardaba todo lo que le gustaba y le gustaba casi todo.
Ahora que es tiempo electoral de nuevo- no paramos y no nos da tiempo a trabajar- podíamos guardarnos en la memoria reciente (no hace falta irse a ningún Valle, colina o ciudad, aunque sea en eso que llaman el extranjero) lo que nos prometen, lo que nos dicen azucarando nuestra flacas conciencias.
Lo malo es que para cuando te acuerdas hay que volver a votar. Cómo soy un asqueroso materialista me gustaría guardar oro o azafrán o bitcoins si supiera lo que es. Nada. Ni escribirme, ni llamarme porque no puedo guardar nada. Tenía cosas, pero no me acuerdo donde están. A pasarlo bien.