LA MESA

Estos días vivimos un tiempo de emoción progresiva al ser espectadores de la “batalla” por la investidura del actual presidente del Gobierno en funciones: el Sr. Sánchez.

La expresión “todo el pescado está vendido”, que de forma coloquial moderna se emplea, nos viene a decir que en este asunto todo está resuelto; puede ser real en cuanto se refiere a que, tras las elecciones, los votantes hemos hablado y las papeletas emitidas han dado cargas diversas de representación y ofrecen un panorama parlamentario multipartidista y en consecuencia la lucha por llegar a seguir sentado en la Moncloa es ardua y objeto de tensiones, de tiras y aflojas.

Los medios de comunicación son espectadores-participes del “teatro de operaciones” donde los aparentes actores, que representan públicamente las exigencias de cada parte, no son en realidad más que marionetas de quienes están tras ellos.

Al margen de negociaciones y acuerdos supuestos con fuerzas minoritarias a cambio de no sabemos bien que, aparece un escenario en el que una parte de la irredenta Cataluña, con sello de independentismo, exige una llamada “mesa de diálogo” con intento de igualdad de peso negociador de la autonomía respecto del Gobierno Central. Bien.

Esa situación me lleva a recordar algunas negociaciones internacionales con un conflicto de fondo- conflictos que tenían como fondo una guerra- me refiero a Israel con lo fallidos acuerdos de Camp David o el más lejano y para mí de interés por el concepto mesa, como fue el acuerdo de París para el fin de la guerra entre Estados Unidos y Vietnam.

Recuerdo haber seguido con interés el año entero que se pasaron las partes para acordar el formato de la mesa, los lugares de asientos de las partes que no eran- ojo a este dato- solo dos (había que tener en cuenta a China a la Unión Soviética y a otros intereses cruzados) y entretanto los soldados de las partes en conflicto seguían cayendo en el campo de batalla. Un asunto miserable por donde lo mires.

Con esta mesa nuestra de ahora. llamada de “dialogo”. el asunto se sigue pudriendo y el Parlament cada día se levanta con un desafío al Estado en su Tribunal Constitucional. ¿Hasta cuándo Sr. Sánchez este cáliz democrático?