A MANERA DE DOS FOTOS FIJAS
Anoche fue Nochebuena- la gran fiesta de los católicos y por razones que no son del caso tuve que salir en torno a las once. La ciudad aparecía casi desierta, iluminada con un color amarillo cálido, sin una pizca de aire, sin lluvia y con la sensación de estar en otra latitud y en otro tiempo; apenas luces verdes en el techo de los taxis vacíos que con sus conductores, muchos de ellos afincados aquí pero con religiones distintas, intentaban entender las costumbres de su país acogedor y quién sabe si nostálgicos de su “fiesta del cordero” u otras lejanas y ajenas.
En una esquina próxima a la Catedral una pareja anidaba entre sus largos cuatro brazos que parecían uno, a otros niños y jóvenes que podían ir a coger sitio para recibir la bendición de su Belén particular; porque eso podrían ser lo que los más jóvenes llevaban como en una larga bandeja el suyo. Esperaban que el Cardenal les diera la bendición.
Otro pequeño grupo se apresuraba. Un poco tarde, pensé yo, para volver de la misa “del pollo, antesala moderna puesta en marcha por algunos colegios como entremés tempranero a la clásica de las 12 del Gallo. Destinada a niños y papás que luego no van por estar en plena digestión familiar y gastronómica que, ya se sabe, puede generar un relapso, hoy permitido social y orgánicamente.
Al regreso a casa observé algún local de moda vacio pero con sus puertas abiertas y el salón iluminado, coquetamente, pareciendo esperar a otros invitados que toman la Nochebuena de forma distinta a la anterior. No pude ver a los que iban a llegar.
A algunos los he visto esta mañana al asomarme a mirar por mi balcón. Jóvenes y no tan jóvenes en pequeños grupos con alguna flor en la mano o una copa de esas de plástico que ahora debemos odiar tanto por su poder contaminante y que hace unos años nos vendían, como la panacea de la invención productiva e ingeniosa; parecían esperar un taxi y me he retirado por un cierto pudor y pese a la necesidad de aceptar, buen grado, la libertad de culto y de expresión, pese a que esta no me agrade o me moleste cuando roza la descalificación personal e incluso el insulto grosero, me retiro y vengo a y en escribir esto por estar todavía en mi vieja retina las sensaciones de hace unas horas.
A unos y a otros les deseo lo mejor más allá de la propia Navidad y medito sobre otros que no han alcanzado a vivirla y otros que estando vivos no pueden lo, porque su salud o su situación se lo impida. Hasta pronto.