DIARIO DE UN ENCIERRO (he perdido la cuenta)
Es el caso que acabo de leer que el teléfono del mayor está en la ciudad de Valencia, en el Ayuntamiento, de puente. Felicito al alcalde o a quien sea por el hecho. Los mayores importan menos. Total, para lo que les queda. ¿No, Sr. alcalde y los otros responsables? Supongo que estarán en los oficios religiosos o comiéndose la mona.
Hoy es Viernes Santo y el lunes, en nuestra Comunidad, Pascua ( cuando yo era pequeño o sea en el Neolítico, en Valencia se celebraban tres días de Pascua y al celebrarlo con la mona y el correspondiente huevo, jugábamos a sorprender a la gente de tu corro de amigos con la rotura del huevo sobre la frente del otro y no era la primera vez que el huevo no era duro y el amarillo chorreoso se deslizaba por las mejillas del elegido para romperle el huevo.)
Hoy no podemos ir a romperle el huevo al alcalde, ni a los miembros de la no guardia del teléfono del mayor porque no están. Otro día será.
Llama la atención. Soy mayor, pero a estas horas no necesito gracias a Dios llamar. Lo ha hecho Giner D. Fernando, un hombre en la oposición y ha hecho bien. Yo llamaré mañana a ver.
Así que, para evitar una cierta dispersión, clásica en mí, dado que Javier, mi amigo, me dice, con razón, que soy excesivamente arborescente y eso que le he explicado que el cerebro lo es de forma natural y que yo ya me hago seguir por el mandato de mi cerebro por lo que es seguro que no filtro lo que debía filtrar y filtro lo que no debía.
Dejo atrás el teléfono del mayor desatendido y me concentro en mi amigo Cesar que me ha llamado esta mañana para hacerme una consulta personal y según el ´intima, rozando lo escatológico.
Tras saludarme me pregunta: ¿Tú vas bien al baño?
Y antes de contestarle que a él que le importa, es un amigo y no está bien, sería una grosería, pero la pregunta, que se sepa, agrede mi sensibilidad literaria, por ejemplo.
Cuando le pregunto qué razón tiene para preguntármelo. Él acude a dos hechos.
El primero es que como cito a mucho médico como amigo, supone que yo puedo trasladar el posible problema de Cesar a uno de ellos y el segundo que en virtud de haber “inventado y dirigido” un suplemento de Salud, en su día, en este honorable diario puedo haber adquirido ciertos conocimientos a partir de los reportajes hechos en su momento.
Procedo con exquisita paciencia y le someto a un interrogatorio, a una especie de anamnesis ligera (o sea una escurá de pancha) y averiguo que padece un estreñimiento de importancia.
Tras confesar que toma muy poca verdura y para sentarse en “el trono” no tiene un horario establecido y a que bebe poca agua y no tiene una regularidad y no consume, por ejemplo, kiwis y anda muy poco, me confiesa que empieza a tener miedo por el esfuerzo que debe realizar y cree que eso le puede llevar a un ataque al corazón.
Como es natural su confesión general me lleva a recomendarle que vaya al médico y que allí deponga (deponga de palabra, le aclaro).
Para ir abriendo boca le recomiendo lo que mucha gente con problemas parecidos dice que hace.
Beber un vaso de agua templada en ayunas, una cucharada de aceite de oliva, buscar fibra desesperadamente, pero fibra en serio y si no le gusta el salvado o la avena debe aguantarse.
A veces toma evacuol y yo me permito sugerirle que por ese ca mino se entregará, su intestino se hará vago y esperará más evacuol. El cuerpo tiene memoria.
Procuro desviar la conversación, pero este amigo Cesar no es como yo que me voy por las ramas, este se agarra al tema y no hay manera hasta que me obliga a mandarle “a cag…” y no solo no se me enfada, me da las gracias y se va y dice que mañana me dará el parte.
No solo de corona vive el hombre.
No puedo de dejar estar atento al viaje de Macron (el presidente de la Republica Francesa) a Marsella a visitar a un médico que parece que ha ensayado (solo con 40 enfermos elegidos por él) con un medicamento que, en origen, sirve para combatir la malaria y que, a esos enfermos, con síntomas leves, parece que les ha ido bien. No sé. Informaré. El tipo se ha hecho famoso. Cuando nos falla la salud nos agarramos a lo que sea y hasta vamos a los “fregapanches” o a un “verruguero”
Este Viernes Santo me he asomado al balcón y he podido observar la poca o ninguna gente que pisaba la calle y los pocos coches que circulaban. Había algunos paseando llevados por sus perros y creo que el asunto ese de pasear `perros se ha puesto tan de moda como excusa, que me ha parecido oír que en Zamora el alcalde ha puesto unos horarios, porque cree que los perros están siendo sometidos a una tortura de andar más que en toda su vida perruna.
Hoy me ha parecido ver a uno que se tumbaba en el suelo de la acera en plan negativo como si dijera: estoy hasta el hocico de pasear, dejarme tranquilo. Cosas.
Esta Semana Santa me recuerda a las antiguas cuando en Valencia, de circunvalación hacia dentro, estaba prohibido el tráfico y en la radio solo se emitía música clásica y en horas ya marcadas, un predicador pronunciaba el llamado sermón de las siete palabras.
Era curioso porque mucha gente sin ser muy religiosa oía ese sermón y luego se comentaba si había estado bien o no.
He visto en el móvil que mi amigo Cesar me llamaba, pero no lo he cogido. Me daba miedo. Imaginemos que había ido al baño y quería contarme el hecho o no y seguía introduciéndome en su intestino y en sus divertículos.
Voy a ver que hace el Papa. Mañana más…a lo mejor.