HOY SEGUIMOS, DIARIO DE UN ENCIERRO ALARMISTA
Fómite: nunca habíamos oído hablar de esta palabra. Sólo la habíamos oído en la película Contagio, donde ya explicaban que era. Ahora Fernando Simón nos lo tuvo que explicar: aquellas superficies y objetos inanimados que cuando se contaminan con algún virus se convierten en trampas que pueden transferirlo a otra persona: la barra del metro, un pomo de una puerta… todo podía ser un fómite y todo podía pasar el coronavirus. (FUENTE: El Español)
Esto que escribo ahora viene a cuento de una llamada de ayer de mi amigo Fernando, que me preguntaba que como es posible que se incorporen palabras nuevas o se “trabaje” el lenguaje para dotarle de un mismo significado pero con expresión verbal distinta y esa conversación me ha dado que pensar, cosa, por otra parte, que agradezco a Fernando, porque eso me entretiene a mi y supongo que a él y a otros ;él me apuntaba por la palabra “repunte”, relacionada con el aumento o el crecimiento de algo como una cifra o una circunstancia.
¿Y tú me lo preguntas a mí?
Muy amable. Yo especulo y veremos.
A mí me gusta mucho inventar una especie de neologismos personales, unos “palabros” que construyo uniendo o cambiando alguna letrita. No soy filólogo y tampoco un “semiótico del copón” como Umberto Eco (del que el otro día leí, por cierto, que lo acusaban de alimentar la leyenda negra española al escribir y hacer posible la estupenda novela “En nombre de la a Rosa”, dando al ciego bibliotecario el papel e inquisidor viejo…este es otro asunto).
Yo creo que los inventores de vocablos nuevos para decir las mismas cosas son los asesores que rodean a los que tienen la necesidad congénita de hablar y hablar, aunque no toque, por suponer que así hay más consenso y de paso se hace campaña electoral.
Siempre en pantalla sin decaer. Lo mucho cansa, camarada, compatriota (de reciente incorporación” macroniana “de Macron el jefe del vecino francés.
Esto viene a ser como aquella lucecita que dicen que tenía en una habitación de El Pardo el ya extinto, ex ocupante del Valle de los Caídos, el General Franco y de esta forma alguien inventó el concepto de que el líder, el padre la nación que nunca dormía y nos protegía como faro de Occidente.
Bien, esa lucecita ahora se llama televisión y por ahí se asoma el “amado líder” en soporíferas intervenciones que se componen de una noticia reclamando la unidad y destilando órdenes.
Decretos que “acojonan” al personal y da aire a los “inscritos” o a los que antiguamente se llamaban “de la misma cuerda”, en un uso coloquial del lenguaje, solo que ahora se le añade lo de social, lo de igualdad de derechos para que parezca más solidario y utópicamente socialista.
Una pena la muerte de Chiquito de la Calzada con su mucha risa. Si viviera ahora yo lo veo en un despacho de asesor con cierta dimensión para que pudiera dar esos pasos medio bailables al tiempo de decir palabros que una secretaria del partido, claro, tomaba nota para luego depurar en algún nuevo comité de “agilización lingüística temporal”.
Sugiero que piensen en la palabra “curva” o/y “aplanamiento” en boca del honorable ministro de Sanidad a la sazón.
El caso es que esto se ha alargado- me refiero al comentario dedicado al debate o no con mi amigo Fernando- y no lo quiero cerrar sin una recomendación, “urbi et orbi”, en materia lingüística.
Cómprense un Diccionario- lo tengo aquí al lado del “buró” (antiguo el nombre del mueble pero bonito ¿no?) – que bajo el nombre de REDES se subtitula “Diccionario Combinatorio del español contemporáneo” y ya me contarán.
He deglutido la información relacionada con la pandemia-solo me auto martirizo con 15 minutos saltarines de tv en tv- y nada todos igual.
La manía consiste en hablarnos de como vamos de infectados y muertos comparados con China o Italia, dando la sensación de una competición deportiva impersonal. Hay demasiados muertos y no veo que Rosa María Mateo haya dado orden de poner algo de negro en pantalla, un llamado crespón etc. Demasiado impersonal todo.
Claro que para personal el aviso colgado en el portal de Alcázar de San Juan avisando a un médico que se vaya a otro sitio, que deje su casa porque por lo visto para alguno es un riesgo.
No tengo nada que comentar, salvo el que en una situación real de hambre o de carencia de productos imprescindibles “almas caritativas” se evidencian en un regreso a la Edad de Piedra o a lo mejor no tan lejos como las Guerras Mundiales o la Civil nuestra. Espero que no nos pongan a prueba.
Me he tomado la temperatura y casi no tengo; sin embargo, toso un poco. A lo mejor es por los puros que me fumo ¿Se lo tragará Rajoy? Fumar es una evidente contramedida a las recomendaciones humoclásicas (palabro nuevo de uso corto)
Me tomo la vida como un regalo de un día a día y entonces hago cosas que no debería hacer.
He buscado, por ejemplo, en mi casa una jarra que compré en la cervecería de Múnich, donde Hitler empezó a reunirse con sus primeros militantes, y es un regalo que me hago para ponerme una cerveza…pero soy un cagueta porque la cerveza que bebo es sin alcohol. No somos nadie.
Me acabo de lavar las manos por quinta vez esta mañana y empiezo a notar que seguramente, si fuera el caso, que el virus se larga, pero también noto que de tanto lavarme pronto se me verán los huesos por haber perdido piel y musculo en esta disciplina lavatoria. Somos una paradoja viva.
No pasa nada mientras yo lo pueda escribir y ustedes, si me hacen el favor lo leen y me lo critican cariñosamente que, como periodista, pese a los que piensan en contra, tengo mi corazoncito.
Yo escribo con el corazón en su sitio y no como mucha gente que dice que lo hace con el corazón en la mano, lo que sin duda es incómodo y altamente peligroso.
Me acuerdo ahora de aquel médico sudafricano ¿Barnard? El del primer trasplante y de una anécdota sobre el yerno de Franco a la sazón cardiólogo…pero como siempre digo esa es otra historia.
Mañana más …a lo mejor. Terminemos bien, en paz, este extraño día de Pascua