ASALTO A LA TERRAZA /DIARIO DE UN ENCIERRO
La noticia no ha podido pasar desapercibida. La han difundido el presidente en una de sus ya habituales intervenciones con el mensaje repetido de solicitar – es un decir lo de solicitar dado el mini congreso al que se dirige- una prorroga hasta el 9 de mayo (vendrán más, háganse a la idea) y ha añadido un plus de emoción al declarar una posibilidad de dejar salir a lo niños hasta los 12 años de forma territorial asimétrica.
Ha significado más “marcha”, más carne de informativo a docenas de compañeros que tratan de llevarse todos los días un trozo de pan a la boca.
De repente docenas de medios y periodistas “afectos al Régimen” han repetido hasta la saciedad y eso ha dado un hartazgo que ha llevado a muchos telespectadores a correr hacia la serie de turno, o a apagar la pantallita prometedora o a intentar frenarse frente a la puerta blanca de la nevera 4 estrellas, por ejemplo.
A otros como a mí, que estoy siempre inmerso en el desarrollo de tácticas de enfrentamiento al confina, se me ha abierto la puerta de la esperanza y me doy una sesión musical alentadora. Me pongo la Marsellesa, el Himno de la Legión y la muerte no es el final. Decido retirarme a mis aposentos de primavera y entusiasmado con ese brío marcial, entro en reflexión
. He leído que el aire libre sirve para alejar la cosa virotica y decido a la mañana siguiente, o sea hoy, subir a la terraza de mi edificio; se trata de un edificio discreto en altura y por tanto objetivo improbable para ningún terrorista.
Voy a hacerlo solo como táctica de aproximación y si acaso, tras esa primera visión, evacuaré un informe a mis allegados, que se dice.
Tengo toda la noche por delante para establecer un plan; lo primero la cosa psicológica y me administro una dosis de la canción preciosa “Al Alba” del llorado Luis Eduardo Aute que Dios tenga tocando la guitarra y cantando, muy melodiosamente, con voz apiadadora a las puertas de San Pedro guardando, eso sí, los 2 metros de distancia que allí no hay problema, pero que, en las colas de Mercadona, o en Metro u otros, la cosa no está tan clara.
Llega por fin el alba y abro la puerta de mi casa, esa puerta que llaman la principal, aunque mucha gente no tiene más que una o ninguna, pero el Sr. Iglesias, lo resolverá pronto (que el Sr. le ilumine y no acabemos todos a hos…a limpia. Por cierto, al tiempo de escribir esto me acabo de enterar que ya hay acuerdo para que la Liga se reanude y muchos sanitarios con el cuerpo al frente y mal o nada equipados…pero eso, que el circo no pare. Olé, Olé, Olé como en la Salve rociera.
Estaba en la puerta y me asomo como si fuera un miembro de las fuerzas especiales, me semiagacho y quedo en posición de escucha ( viene esa posición a ser como la de los perros cazadores que se quedan de muestra) y a los cinco minutos noto un tirón en los riñones (será un nieto, me digo, pero ahora me acuerdo que no están conmigo) y son los mismos riñones poco dados a estar en la misma posición y decido andar hacia el ascensor pero me detengo de golpe.
Como estoy muy acostumbrado a hablar conmigo mismo me interrogo y pregunto: ¿Debo coger el ascensor?
No, capullo (al ser como de las fuerzas especiales empleo algún vocablo “ad hoc” sin exagerar) es muy pronto y todos estarán durmiendo o vete tu a saber que estarán haciendo en confinamiento declarado- que en confinamiento se hace de todo.
Decido subir andando y a punto de retirarme porque la terraza está muy arriba y yo soy mayor y no estoy entrenado.
Sigo hablando conmigo mismo y me pregunto que haré si me da una rampa de esas que me dan, a veces, durmiendo que me despierta el dolor y hago como mi mujer que también sufre alguna y en ocasiones me da un susto de muerte, porque la veo en la semipenumbra haciendo unos estiramientos que una hija que es medica/le ha recomendado.
Inicio la escalada, oigo un ruido a la altura del cuarto y me detengo; no es nada es la cadena del WC de Isabelita la “hiperactiva” que siempre está limpiando algo.
Por fin llego a la puerta de la terraza y entro en pánico momentáneo porque no encuentro la llave especial de terraza. Busco y encuentro. La luz del día se ha hecho presente, me cuesta encontrar la cerradura, me agacho a mirar, no llevo las gafas y los riñones aprietan. Finalmente triunfo.
Abro la puerta y ese ruido de aspas que había empezado a medio oír- tengo el nivel de audición fatal- es el del helicóptero que está sobrevolando por la zona y se ve que el copiloto me ha visto y el aparato da un giro brusco en mi dirección hasta posarse en mi vertical y de arriba surge una voz metálica que me pide que desaloje la terraza que es comunitaria y Sánchez lo ha prohibido o los expertos científicos.
Yo me hago el llonguis y me pongo la mano sobre la oreja como si no oyera y miro arriba y veo un megáfono de la mano de “un cachas” que sí me coge en una manifestación me perjudica algún tiempo. Me repite el mensaje y yo creo percibir que el “heli” baja un poco.
Finalmente estoy contento. He subido andando y ahora casi noto que se me está curando el estreñimiento por lo que pido perdón a todos, a los del helicóptero, a los que saludo en plan hola agitando la mano, me retiro, cierro la puerta sin llave, llamo al ascensor – me importa un pito el ruido- llego a casa corriendo, busco el WC ( hay que tener en cuenta que mi casa no es la que dicen que tiene la Sra. Preisler con no sé cuántos baños y por eso dicen que la llamaban Vía meona, aunque yo si sé que Alfonso Guerra le llamaba a ella, a la persona, “La China” no viene a cuento pero para se recuerde va bien decirlo)
No puedo seguir. Estoy en la intimidad.
Hasta mañana más…a lo mejor