LA FUENTE DE LA VIOLENCIA
La OMS (Organización Mundial de la Salud) ha estado prácticamente ahí siempre, pero es ahora cuando sus siglas y sus declaraciones se han hecho más presentes. Su “estrella” comunicativa pasa, ahora, por hablarnos del virus que no nombro.
Van pasando las prorrogas de las alarmas y surge otro virus como hijuela del original. Es la violencia. ¿Cómo define la OMS la violencia?
El uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte.
Organización Mundial de la Salud
No a los utópicos resultados del CIS, que son cuentos para niños, me basta ver a mí alrededor, el observar cómo se extiende, como una ola, la violencia que surge del interior de la persona, de su alma, como una derivada de la frustración y del miedo a lo desconocido, a la pobreza que parece adivinarse mayor en el horizonte cercano.
¿Quién atiza, quién contribuye a instaurar ese clima?
Los llamados “padres de la patria” se retan en el Congreso como matones de pacotilla, se insultan de palabra y sus huestes pasan a la obra. ¿Hemos vuelto a la dialéctica del puño y las pistolas?
Los medios de comunicación se hacen eco constante, repetitivo hasta el hastío, llenándonos de cifras que nos amedrentan y nos convierte en inútiles como individuos.
Los que vivimos los inmediatos y duros tiempos de la posguerra sabemos del sacrificio de las familias para sobrevivir. El cariz de los actuales enfrentamientos que salpican la geografía nacional (con permiso) dan la pista sobre la instauración progresiva de un acelerador que antes no existía y me refiero a los medios de comunicación, entre los que se destaca la proliferación de las llamadas redes sociales.
Ya no parece que sea solo el Estado el que monopoliza la violencia (llamémosla legal).
¿Se podría decir que a este Gobierno se le ha ido de las manos este asunto?
Se observa cómo algunos agresores quedan impunes y eso radicaliza la acción callejera.
¿Podría volver la educación al Congreso y a los medios?