De un tiempo a esta parte me ha dado por leer los prospectos de las medicinas que me vengo tomando desde hace algún tiempo, de forma programada, y confieso que he entrado en modo pánico. Es probable que los expertos en derecho, farmacia y medicina se hayan «conjurado» para dejar claro lo que te puede pasar y estoy en un tris de dejar de tomar y pasarme a una vida de Neardhental que, según se ha sabido, no tenían prescripciones a mano y hasta podían llegar a vivir más. Solo tenían alguna que otra hacha de sílex y los dioses o el Dios, depende la zona o el lugar.
Los efectos secundarios no se dan solo en los medicamentos. Todo lo que tiene que ver con lo social está implicado en ese juego de efectos. Viene esto a cuento de los últimos resultados en las elecciones gallegas y vascas. En primer lugar, llama la atención el hecho de que todos los participantes parecen haber ganado según los oímos. Solo uno, si acaso, consolida la idea de la derrota y es el partido de Unidas Podemos.
El señor Iglesias ha entrado en el manual correspondiente y se ha precipitado a asumir la derrota y de inmediato ha declarado que hará autocritica (que no tiene nada que ver con marcharse a casa). Hará unas reuniones con sus fieles y desarrollarán una estrategia, seguro que dirá, de reconquista y a seguir viviendo. Viviendo en el mismo sitio. Protegido por nuestras fuerzas de seguridad, no vaya algún vecino a decir alguna inconveniencia en voz alta como Viva España o cosas así. ¡Faltaría más!
El señor Casado está más fuerte, pero sigue pensando que ellos, en la central, en Génova, siempre han seguido un modelo parecido al gallego (y se da la circunstancia de que se lo cree).
Y en el caso del PSOE lo mismo. Han asumido que se van consolidando y les importa una higa si es cierto o no, según parece. ¿Nadie aprende? Creo que quieren seguir todos arriba del caballito.