UNA PERCEPCIÓN INQUIETANTE
Ya han empezado los niños su incorporación progresiva a las aulas y al mismo tiempo han ido asumiendo, tras seis meses de ausencia, la necesidad de guardar las rutinas de lavarse las manos, mantener una distancia “social” y evitar mezclarse con sus compañeros en el sentido de tocarse y siempre con la mascarilla puesta.
Los niños que yo he visto entrar lo toman muy en serio cuando les toman la temperatura, saludan a su profesor a la entrada con el ya clásico toque de codo y guardan distancia con el de delante y una vez en el patio saben que no pueden usar los juegos que están precintados.
Hasta aquí todo bien, incluso se dan cuenta de que algo pasa con ese “bichito” que les puede poner malos a ellos y alguno de sus amigos y entienden la separación de las mesas del aula e incluso, en algunas escuelas el uso de mamparas de plástico duro adaptadas a su mesa.
Esto no quita que una vez que salen y en el posible jardín de enfrente sí pueden jugar con las instalaciones que el Ayuntamiento de turno no ha precintado o jugar al futbol etc. con lo que la cadena de aislamiento puede romperse, como si fuera la cadena de frío con los congelados.
Por otra parte, hay dos “actores” clave en este proceso. Los profesores y los padres.
Los profesores se ven ahora presionados no solo por su función esencial formativa, sino la de que sobre alguno caiga la responsabilidad de detectar un contagio o la de vigilar si alguno de los alumnos presenta algún síntoma.
Se ha pedido que haya una enfermera o alguien formado para esa función y las Comunidades sobre las que ha caído, ahora, la función derivada por el Gobierno Central no sabe, no contestan o han dicho que no, que no pueden por no tener personal bastante.
Debe ser cierto porque ha llegado a mis oídos que el equipo de La Fe que se ocupa de los PCR no da abasto y cuando se les aprieta un poco, dicen que no son bastantes, que falta gente y eso deriva de inmediato a la Consellera de Sanidad cuyas explicaciones son curiosas en ocasiones.
Convendría, por cierto, reforzar las líneas de atención telefónica en los Centros de Salud ya que aconsejan que no vayamos. Llamas y llamas y siempre una grabación te contesta, con una especie de voz mecánica, señalando que el sistema no permite atender más llamadas.
Habría que recordar a la Consellera que hay otras patologías además del asunto del Covid19. ¿Hay responsabilidad `penal en esto?
Detecto cierta violencia- como dice el presidente de la Fundación para la Justicia en una reflexión publicada hoy, hay muchas formas de violencia y esta falta de atención podría ser una de ellas.
El otro actor clave son los padres. He observado que las tiendas que fabrican y venden uniformes para los colegios están llenas de madres y algún padre; la cola exterior que se forma da lugar a varias conversaciones de donde surge la inquietud y las preguntas acerca de la duda de si llevar , de enviar o no a los niños a clase.
He oído el miedo en forma de la pregunta: ¿Si no llevo a mis hijos a la escuela me pasará algo?
Siempre hay alguien que sabe algo que ha leído y apunta la posibilidad de la fiscalía por no escolarizar.
Todo es ligeramente, o no tan ligeramente preocupante. Ya han cerrado un colegio en Madrid por contagios. Creo que es prudente esperar a que todo el mundo estudiantil se haya incorporado desde `primaria hasta la Universidad. Veremos que pasa. ¿No?