CONVIVIENTES
Tras las nuevas limitaciones decretadas por la Generalitat he entrado en crisis íntima que siempre es mejor que coger el COVID, aunque sea asintomático, que no es el caso, por ahora.
A la vista de las limitaciones no hago más que preguntarme dudas.
Examino a mis convivientes que entran y salen de mi casa y mi vida todos los días. Al verlos me digo: ¿Cuándo un conviviente deja de serlo? ¿Hay grados en la convivencia física? ¿Va a más cuantas más horas esté con uno? ¿Las reuniones del partido, al margen de las siglas, están permitidas o las votaciones de “la peña” se suspenden en función del decreto del “casi confinamiento”?
Todas estas preguntas me crean un cierto grado de ansiedad incluso sin estar afiliado a partido alguno.
He llegado a la conclusión de que no hay más conviviente que uno mismo y eso me lleva a reunirme conmigo mismo y así estoy seguro de que ninguna autoridad uniformada o no, municipal, autonómica, provincial, nacional y europea, si fuera el caso, me dirá nada.
Aclarado esto y sabiendo que esa reunión me llevará a la introspección,sépase que no me apetece reunirme en mi casa porque la reunión no sería en campo neutral. Creo que tengo que salir, al exterior. Si. No es ninguna tontería esto que digo. Y no es como otras veces, que sí las digo.
Bien tras este galimatías que el lector me perdonará por considerarlo propio de la situación psicológica que vivimos, he decidido no reunirme con nadie y practicar un alocado deporte y cuidar mi figura.
Deseo hacerlo sin caer en la vigorexia que no es sino: un tipo de trastorno que se relaciona con el trastorno obsesivo compulsivo y que implica que la persona se obsesione con sus imperfecciones,
Yo he notado que me miro mucho al espejo y que me escondo de perfil para no verme las carnosidades. Y es aquí cuando mi otro yo me dice; ¡Que quieres con los años que arrastras!
No caigas en el trastorno de pesarte todos los días. No te conviertas en vigoréxico.
No. No me peso desde que hice la mili. Espero no obsesionarme más.