EL CASO DEL CASI “BOCA A BOCA” A JM
Tengo un amigo que ha sufrido un choque emocional que me obliga a contarlo, porque es algo que nos puede pasar a nosotros en cualquier momento.
Asistía a una cita previa obtenida tras una moderada espera y cuando ya los glúteos daban síntomas de dolor por el mismo peso corporal, la dureza del asiento y sobre todo el tiempo en ser atendido, pese a la cita previa, lo llaman.
JM (los datos son sagrados salvo para las multinacionales y nacionales del sector telefónico), perfectamente armado con su carpeta de datos sociomédicos, debidamente duplicados y sellados, se sentó frente a la asistenta social que le había tocado en suerte, con objeto de iniciar los tramites necesarios para obtener una ayuda municipal de grado 1,2 o 3, según calificación a obtener que oscila entre ciento `pico euros mensuales a 300 en el grado máximo (euro arriba o abajo)
Los funcionarios del servicio de social, exquisitos en su función desde el agente de la policía local y la asistenta, fueron muy amables- dígase esto para no menoscabar su trabajo que queda lejos del objeto final de la cosa social misma que depende del Ayuntamiento.
Añado esto en beneficio de la verdad que debe resplandecer con transparencia.
JM estaba contento porque suponía- en su ingenuidad ciudadana- que aquello sería coser y cantar ya que llevaba todos “los papeles” y solo había que tramitarlos.
El brillo de los ojos de la asistenta social, la tensión sobre su turgente pecho (con perdón), el rictus definitivo de sonrisa congelada en sus labios (con su poquito de bótox) sería suficiente y haría innecesario verbalizar.
Suele tardar más de 9 meses para informar (un tiempo de parto documental) y transcurrido ese tiempo se pasaría por su domicilio para inspeccionar y emitir un informe que se traslada a los servicios centrales donde se tramita y ya se califica.
JM tiembla, aunque se retiene. Sigue callado porque acaba de oír que transcurren 6 o más meses y si hay suerte le califican en 1, en 2 o grado 3 o lo rechazan.
JM respira con cierto agobio, su cara se transforma en una aproximación a un Ecce Homo y finalmente le da un medio desmayo cuando, como colofón, la funcionaria, proba donde las haya, le menta a la “pandemia” y la culpa de todo.
JM casi se desmaya, pero el agente estaba al acecho porque no era el primer caso de desmayo por “documento interruptus”.
Tras una estancia de recuperación y un café “tocadito” en el hogar del jubilado regresa a casa contrito y me llama.
Yo solo doy palabras a sus sentimientos. Puede que nunca le llegue nada. Se dice que pasa lo mismo con casi todo. La carpa de la pandemia lo cubre todo de un color oscuro parecido a lo que los franceses llaman “merde” y que es lo mismo que en castellano, pero en más fino. Muy buenas. Dios bendiga a España.