CUIDADO CON LOS MUERTOS DE SEGUNDA
Mi amigo Paco me hizo llegar ayer dos datos que me han hecho reflexionar y sacarme de algún error.
Son los siguientes: el número de mujeres muertas por violencia de genero en 2020 fue de 43 y los suicidios en el mismo año rebasan los 3500- si han leído ustedes bien, más de 3500, que rebasan casi en tres veces las muertes por accidente de tráfico y que también son excesivas. Por cierto, el 80% de esos muertos son hombres.
Es obvio que cada muerte que no sea natural, por llamar a La Parca de alguna forma, duele.
Debe quedar de inmediato constancia de mi repulsa e indignación por la primera muerte, de una mujer, de un hombre de forma violenta a mano de otros y la cantidad incrementa esa repulsa.
Sin embargo, me pregunto si alguna hubiera podido evitarse
La violencia de género, publicitada en demasía con detalles morbosos llama más la atención de los medios que han encontrado, parece ser, un mecanismo de incremento de la audiencia, que es lo que se persigue finalmente por las empresas de comunicación
Horas y páginas destinadas a reiterar el curso de las investigaciones hasta el agotamiento. Se busca al posible testigo, al vecino, los antecedentes de la muerta, a los compañeros de trabajo y las presentadoras-alentadas por los resultados- siguen hasta el infinito. El objetivo de las cámaras invade intimidades con la coartada de ser un “servicio público”.
¿Dónde queda la intimidad?
En materia de recursos para combatir ambos asuntos es llamativo que la violencia de genero se lleve del orden de unos 400 millones de euros y la prevención para el suicidio no llega a 3.
¿Es éticamente reprobable?
Frente a ello el silencio absoluto sobre los otros muertos, los que se matan parecen ser muertos de segunda y sin embargo las cifras son de “primera especial”
El pacto no firmado de mantener el silencio comunicativo en los medios permite suponer que el asunto no existe.
Y aunque hay un Plan en estudio para esa prevención tan necesaria, este avanza a paso de tortuga.
Faltan medios que en la Atención Primaria detecten los signos del riesgo.
Ahora con la pandemia en “desescalada” rápida y peligrosa, es posible que esos signos de acabar uno con su vida se incrementen; el temor a no ser capaz de sacar adelante a la familia por falta de ingresos, puede ser un primer escalón y si ese aviso no se detecta a tiempo, la ansiedad y la depresión tomarán cuerpo en el afectado y el miedo se haga cargo de ese cuerpo enfermo.
¿Sobre quien hay que cargar la responsabilidad de esa muerte suicida silenciada y ocultada por la sociedad y hasta, en ocasiones, por la propia familia?
Creo que mi amigo Paco tenía razón al acabar, en su mensaje, cuando se hacía una pregunta y la hacía extensiva a los receptores del mensaje y decía ¿alguna reflexión?
Si. Esta es la mía. El suicidio parece ser un acto culpable, silenciado por temor a reconocer el fallo estructural de una sociedad que va dejando al individuo de lado y primando la visión economicista de la vida.
El suicidio ético avanza. ¡Cuidado!