LA FATIGA DEL SR. MINISTRO

Hace unos días, con ocasión del runrún sobre la crisis del gobierno y sus posibles consecuencias para algunos miembros del actual ejecutivo, el ministro Castells hizo una de sus escasas declaraciones sobre el particular, que a mí me ha llamado la atención especialmente.

Habló expresamente de la fatiga de los ministros y de la necesidad de refrescarlos para seguir por otros la dinámica del Ejecutivo; un ejecutivo empeñado en evitar el colapso de España si este Gobierno dejara de actuar – esto lo digo yo al interpretar alguna declaración, en este sentido, del profesor.

Se dice que es un ministro que satisface a la CRUE (la conferencia de Rectores) con la que mantiene una buena sintonía y también tiene un cierto prestigio por sus declaraciones a favor de los salarios de los profesores universitarios. Me uno a él.

Lo cierto es que valoramos el trabajo de los servidores públicos en función de sus declaraciones y ruedas de prensa etc. De las que el ex Pablo Iglesias era un maestro, que fue el impulsor del fichaje del sociólogo de Hellín, un reputado científico que llegó y se exhibió en la foto primera del Gobierno actual con una cartera vacía o eso dijo y que afirmó que el desdoblamiento de carteras era un error con el que él no estaba de acuerdo.

Aquella declaración hizo tilín entre “la canallesca” que creyó que había encontrado una mina de oro y de titulares. Un error que el tiempo ha demostrado que, a juzgar por sus intervenciones públicas, no debe mostrarse cansado en demasía.

En el mismo caso está el ministro Garzón y su lucha desconocida para frenar y/o erradicar los anuncios del juego “on line”, que yo veo proliferar en la televisión, salvo que la mía sea especial y solo se vea en ella la catarata de ofertas jugadoras. Ni que decir tiene que la señora Montero y su Ministerio de Igualdad deben estar fatigadísimos trabajando la semántica más absurda que parió madre.

No me preocupa, porque ahora el Sr. Cantó D. Antonio nos defenderá desde su nuevo puesto de defensor del castellano al margen del Instituto Cervantes, la Real Academia. La presión, a la Sra., Ayuso habría que conocerla