SIMONE
Como yo, muchos espectadores han podido ver a la atleta norteamericana Simone Biles ejecutar ejercicios que parecían imposibles, despertando admiración. Ahora estamos perplejos por el anuncio de su retirada voluntaria.
Hay que tener mucho coraje y al tiempo notar en su interior una creciente falta de confianza en ella misma, para tomar esa decisión en pleno vuelo de éxitos.
Ha dicho que primero es su salud mental y que por esa razón se retira. A sus 24 años ha acumulado sobre si el peso del prestigio de una nación que se precia de ser de las mejores del mundo, también en materia de medalleros.
Buceando en su historia personal nos encontramos con un pasado lleno de dificultades ajenas a la esencia misma del ejercicio del atletismo; llama la atención el como la organización a la que pertenece, USA Gymnastics, que agrupa a los atletas, primero hizo oídos sordos y luego se inclinó a favor del médico Nasar que había cometido abusos sexuales sobre ella y otras niñas gimnastas.
La organización parece que quería frenar a las niñas violentadas, pero cuando el asunto saltó a los medios prescindieron del médico. El resto de los directivos permaneció un tiempo.
Hoy Simone Biles mantiene un pulso con esa estructura.
Antes de llegar al vestuario, tras abandonar, fue interceptada por tres personas pertenecientes a USA Gymnastics y Simone miraba a otro lado.
Aceptar y declarar que su cabeza no rige como antes es valiente. Esta historia seguirá en un marco distinto al de los Juegos de Tokyo.
A mi me ha despertado interés porque me pregunto si aquí, en esas escuelas de elite deportiva pasa o puede pasar algo parecido. La combinación entre unos padres exigentes al máximo con sus hijos para hacer de ellos atletas de primera y la metodología de las propias escuelas puede ser un caldo de cultivo propicio para pasar los límites de resistencia física y psíquica.
Hay muchas horas de entrenamiento y presencia, mucho tiempo entre una competición y otra y ahí se puede enredar alguna practica no deseable.
Yo hago un llamamiento a los padres ambiciosos que no paran de intervenir en la vida de sus hijos, en materia de exigirles resultados y triunfos. Ojo a esas mentes adolescentes.