LA REDENCIÓN
Asisto con interés creciente al avance que el partido en el Gobierno realiza sobre las ya poco nutridas arcas de Estado, que fue del bienestar.
¿Para qué? Quizás siga el refrán “Benditos sean mis bienes que remedien mis males”. Solo hay una diferencia en este caso. Los bienes no son propiedad del Gobierno, aunque los usufructúe y los males se extienden a todos nosotros.
¿Cómo andamos de bienes? Veamos.
Como nota ilustrativa cabe recordar aquí que la deuda pública va a más. La deuda pública en España ha crecido en el segundo trimestre del 2021 en 31.617 millones de euros y se sitúa en 1.424.692 millones. Esta cifra supone que la deuda alcanzó el 122,8% del PIB en España.
Vamos a más. No pasa nada.
Esas macro cifras no parecen interesar a los ciudadanos de a pie; están, ahora mismo, inmersos en calcular a que hora hay que poner la lavadora o evitar que las llamas de las cocinas de gas salgan por los bordes de la cazuela.
Las arcas citadas permiten meter mano y sacar, como un buen mago, dineros en forma de bonos que se distribuirán a medida de las necesidades electorales.
Creo adivinar que el gurú más próximo al presidente, le sopla a la oreja que va perdiendo confianza entre los suyos y que el recelo general hacia su forma de gobernar pone en peligro su futuro presidencial (el personal, ya lo tiene apalancado con su salario hasta su desaparición física, que Dios aplace al máximo)
La flexibilidad para incrementar la deuda pública permite utilizar la bolsa común para construir jugadas políticas destinadas a mantener al “amado líder” en el cargo y no cambiar de momento el colchón de la Moncloa.
En un momento dado se consideró por el partido y por otros como una especie de Mesías venido a sacar del hoyo sociopolítico a una España que sufría la bota malaya de la derecha sobre el cuello. Este sacabonos coaligado sobrevive.