LAS CUATRO REGLAS

Es el caso que algunos candidatos no paran de elucubrar acerca de que ofrecer al votante con objeto de seducirle para llevarse su voto y acompañarle en sus ensoñaciones hasta la urna correspondiente y luego…ya se verá.

Y sí no se ve no parece pasar nada. Y sí se ve la capacidad de hacer algo se desvanece en el tiempo, circunscribiéndose a una especie de combate en el ring del Congreso.

Las capacidades de oratoria que tenían en su tiempo algunos próceres de la intelectualidad política se han perdido en el tiempo y hoy, en ocasiones, parece asombroso que las intervenciones lleguen a imitar a la discusión de taberna.

Mal tiempo para las formas y mal tiempo para el buen parlamentarismo

Sé que lo que aquí digo suena a algo repetido en los medios todos los días y eso hace que sea especialmente difícil separar lo que dicen unos y otros.

Unos dicen sí y la oposición correspondiente se saca de la manga opositora argumentos y negaciones de lo que ha dicho el otro.

A eso dicen que se le llama juego de participación democrática y los que votamos oímos y decidimos o no creerlos. Esa es la cosa.

Muy simple y en esa partida de trileros vocacionales, pesan más las creencias de cada uno que la carga de promesas.

Existe en esta suerte de mercadeo democrático una oferta continua que en el fondo se sabe- lo sabe el candidato y lo saben muchos de los que votamos- que aquello es imposible de hacer, -pero seguimos en la idea de que participamos. ¡Venga ya!

Sí. Ya sé que se dice que este es el mejor, el menos malo de los métodos para gobernarnos.

¿Qué cualidades ha de tener un candidato? ¿Basta con sonreír, besar a señoras y abrazar niños? ¿Tener una voz seductora y llenarla de argumentos ya sabidos?

En realidad, no hace falta ser doctor en física cuántica para presentarse.; con solo eso que se decía de saber las cuatro reglas y estar al lado de quien realmente manda en la formación en la que uno ha sido apuntado en eso que se llama “puesto de salida”, basta. ¿No?

Analizar una parte de las promesas que la Sra. Diaz-, la siempre sonriente, mientras besa a derecha e izquierda, enfundada en sendos y diversos trajes de buena factura en una evolución, por cierto, curiosa, desde sus primeros escarceos con la `política gallega, es interesante.

Analizar, repito la última promesa ocurrencia, muy destacada en relación con las promesas tontas de sacar viviendas sociales de la noche de la mañana, en una especie de milagro de los panes y los peces, reviste de un cierto terror en los oyentes.

Dotar, dice ella, a cada joven, recién alcanzada la mayoría de edad, de una prima a fondo perdido de 20.000 euros da gustito y miedo.

Gustito de decirlo supongo, mientras por dentro Doña Yolanda se muere de risa por no caer en la grosería de decir que se “mea “encima por la barbaridad que eso supone, en una especie de mantra que digo yo podría ser del estilo: “¿y eso a que viene o a santo de qué?

De momento ha logrado, como en una carrera de caballos sacarles a sus competidores dos cuerpo y medio de ventaja, cabeza incluida.

El miedo lo pone de adelanto y lo deja caer sobre las pobres testas de quienes votamos. ¿Quién da más? ¿De dónde pensaría sacarlo?

Por eso decía que el terror anida entre los que la escuchamos. Solo con cuatro reglas. Sumar y restar.

¿Estará en sus cabales o se habrá dejado en el camino el sentido común? Como es gallega y se dice que nunca se sabe si sube o baja. Me pregunto si sube o baja o qué coño hace.

¿Suma, resta, multiplica o divide? Yo qué sé. Son solo cuatro reglas, pero parece que con eso basta.