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Carlos Pajuelo

Pajuelo: la chispa

EL CASO DEL TITÁN

EL CASO DEL TITÁN
Desgraciadamente parece que los tripulantes del submarino privado Titán han desaparecido tragados por el mar Tenebroso.
Vaya por delante mi pena y condolencias a quienes, próximos o lejanos, han querido y quieren a ellos, que se han perdido “voluntariamente”.
Al parecer ese submarino de “matricula y propiedad privada” ya había realizado algunos viajes y hemos leído como alguno de los participantes hablaba de los riesgos.
Bien. El riesgo ha devenido catástrofe y eso ha sido “carne” de los medios y especulaciones de algunos entendidos en esta materia de navegar bajo el agua.
No voy a expresarme contra ese proceso porque las Armadas de muchos países, entre ellos el nuestro, dispone de una flotilla o más de submarinos.
Solo de vez en cuando, leemos alguna triste noticia de alguna perdida, nos preguntamos las razones y asumimos las que nos dan, sí las dan: así como también nos dan cuenta de la existencia de sumergibles capaces de estar un año bajo la superficie sin que nadie, no especialista militar, esté en el secreto
Todo esto es sabido y sí es así. ¿A qué viene esta columna?
El caso del Titán ha coincidido en el tiempo con el naufragio de un gran barco cargado de personas que buscaban “la tierra prometida de Europa”  frente a ella ,cerca de Italia y Grecia ,el barco zozobró y cientos de esas personas de toda condición y género perdieron la vida.
Ambos países se encargaban de desdecir que no ayudaron en su primer momento por un no sé qué aguas jurisdiccionales o por no recibir la petición de ayuda a tiempo y todos hemos visto el resultado trágico, mortal de esa no intervención.
Se habla de que es una de las mayores tragedias en ese viaje a ninguna parte que parte de tierras africanas y se aventura a cruzar el mar sin preparativos y sin garantías, tras dejarse un monton de dinero de importancia esencial para esas familias.
Las naciones implicadas no encontraron tiempo ni forma para evitarlo.
Al mismo tiempo en el caso del Titán, el submarino privado del multimillonario perecido en el interior de su ingenio, era objeto de un despliegue de medios inusitado.
Cruceros de la Armada norteamericana, drones, aviones y no sé cuantas personas interesadas en la localización, en intentar extraer de ese casco de acero a sus tripulantes y los medios de comunicación mundiales haciéndose eco de este proceso.
Cabe poco más que decir ante la desproporción de los recursos empleados, y la calificación por quienes tenían que usarlos en el caso de los emigrantes.
Yo no estoy aquí, en esta columna, para rasgarme las vestiduras y ponerme el traje de bueno frente a la tragedia.
En realidad, les cuento lo que ,a bote pronto, se me ocurre al contarlo y decir que algo, sí es que alguna vez lo hubo, de la conciencia colectiva se ha perdido en estos años, y no me refiero solo al siglo XXI.
Es la propia historia la que nos da, o me da la razón, cuando digo que el hombre es un depredador para con el hombre mismo.
La semilla de ese “mal” se va sembrando cada día con mayor profusión y son los medios, las redes sociales etc. quienes contribuyen a ello.
Se me puede decir que antes pasaban las mismas cosas, pero la falta de difusión permitía hacernos creer que no pasaban o pasaba menos.
Es más no era de extrañar que en esta España nuestra se hicieran giras de teatrillos o personas ambulantes, para que en la plaza de un pueblo se hicieran eco de tal o cual suceso relevante, al menos muchos lo recordarán, la difusión que tuvo en su momento el llamado “crimen de Cuenca”.
Hoy no hace falta que nadie haga bolos contando tal o cual suceso. La propia televisión nacional- con el pretexto de estar al día y de darnos noticias de última hora- se apresura a inaugurar con un asesinato de una madre por su hijo relatando con detalle el número de puñaladas asestadas.
Nadie se ocupa de saber las condiciones previas de la salud mental del hijo y las circunstancias que vivía la familia. Eso se ve que interesa menos.
Por lo visto cuanto menos se hable de los problemas o la causa primigenia del asunto da la impresión de que no existe.
¿Alguien nos puede explicar, los retrasos en abordar centros de públicos bastantes para intentar frenar estas situaciones de deterioro?
Es un buen negocio privado. Las llamadas clínicas de salud mental privada están con listas de espera de 6 y más meses y eso si la familia puede hacer frente a los precios mensuales que hay que abonar… para que seguir.
Cuídense y eviten submarinos, calor, discusiones etc.

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Por Carlos Pajuelo

Sobre el autor

Profesor emérito Universidad, escritor , publicitario y periodista. Bastante respetuoso con los otros. Noto la muy mayoría de edad física. Siempre me acuerdo de aquello de "las horas hieren y la última mata" y para aquel que trate de averiguar que significa esto ; cada uno que crea y piense lo que quiera


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