100 DÍAS
Ha transcurrido el tiempo en el que la zona de confianza dada a quien relevaba a otro en su función, esencialmente adaptada la cuestión a la política, se le daba un margen de tiempo, se le otorgaba un “tempus” de 100 días de adaptación, y se solía respetar ese margen de confianza, hasta ver como se defendía en la nueva función.
Era normal dar ese tramo temporal para observar como gestionaba, como era capaz de administrar y ver que decisiones tomaba.
Ahora no.
El plazo se ha desvanecido como el humo de pajas, lo que en la zona de la Vall se conoce con el nombre de “fum de canyot” (solicito disculpas por si no estuviera bien escrito; lo escribo así por haberlo oído en la vecina Bocairente, de cuando se quemaba en otro tiempo el cañaveral del barranco, donde antaño se ubicaban sendas fábricas de mantas y allí pasaban de lunes a sábado muchos de los obreros que culminaban la tarea con una paella…pero esa es otra historia)
Decía que observo que ha desaparecido prácticamente ese” tempus” entre caballeros o señoras en igualdad de disposición sin distinción de género.
Ya en el parlamento, en los ayuntamientos o/y en las Comunidades la presencia de señoras es un hecho real y grato por cierto y lo cito aquí, lo de señoras, porque no vayamos aquí a caer en el error simple de evitar el lenguaje inclusivo y recibir epítetos de antiguo, facha o de cualquier otra índole indeseada,
; Digo que sí lo de los 100 días no lo han citado los medios- la biblia de la opinión general implantada en la actualidad- y no dan cuenta de ello, debe ser, presumo, que los 100 días se han acabado.
¿Por qué ese final tan abrupto?
Yo creo que es la ambición desmedida de suplantar a otro antes de tiempo, la causa principal.
Parece tan evidente la desazón del que se opone a otro, que los tiempos se sobreponen y no da espacio ni a tomar la vara de mando con la mano, cuando la lluvia de improperios desautorizadores comienza a caer sobre el relevo.
Agua de ambición, granizo de desmochar al recién llegado.
Se ha visto ya que ocurre, de tal suerte que cuando ni siquiera existe un principio de proyecto cualquiera de los oponentes se lanza a la crítica descarnada, incluyendo en ese paquete asuntos que ni siquiera están previstos.
–A veces da la sensación, o no solo la sensación sino la realidad, que más que oponente es un enemigo que no mantiene las formas esenciales de lo que se da en llamar competencia y en todo caso democracia parlamentaria.
A propósito de los cien días y de los relevos se me vienen a la memoria los atletas que practican la carrera por relevos a la distancia que esté prevista.
Admiro la capacidad de equipo y me estimula el hecho de suponer un coordinador, un entrenador, capaz de combinar los diferentes estilos y velocidades de quienes participan en la carrera y hacen entrega del cilindro que da el pase al siguiente corredor.
Se oye en ocasiones, relacionado con ese u otro deporte una expresión que ha “volado” también a la política.
Se trata de la frase:” no hay banquillo”. Puede significar que habiéndose acabado por razones de lesión o técnicas la capacidad del líder del grupo, no hay quien le sustituya con la misma garantía de éxito.
Se produce un vacío que puede llevar a la pérdida de la competición o a la falta de credibilidad en los partidos políticos.
Por esa razón reclamo la reimplantación de los 100 días del titular.
Yo como votante gustaría de saber si hay banquillo o no en el partido sobre el que depositado mi voto de confianza democrática (dentro de la poco que cabe en esta nuestra democracia, por lo que se lee y oye).
Ocurre que si nada más empezar el mandato del relevo no le damos oportunidad al que debe recoger la muestra del cambio- aunque no sean del mismo equipo que en política no lo son- será difícil que aquellos que han llegado a una nueva meta- léase otra legislatura puedan llegar a poner en practica sus ideas y proyectos.
Los que se van aprovechan sus últimas horas para dejar firmadas cuestiones, compromisos que convierten el principio del cambio en un “marrón” con olor a excremento.
Volvamos a los 100 días.