LA ORILLA SOMBRILLERA
Yo voy a ver el mar con frecuencia. Lo hago en otoño e invierno ligeramente, o no, abrigado según esté el clima, pero voy.
Otros también van, pero son pocos y casi nos saludamos, pero como la desconfianza ha hecho mella en nosotros sobre todo en los últimos años, nos miramos y expresamos nuestro reconocimiento corporal, o sea que te he visto antes, con un pequeño rictus aprobatorio que más parece una mueca como si te doliera una muela del juicio, si es que fuera el caso que te quedase muela y juicio.
A lo que voy. La orilla del mar está despejada y algunas pequeñas espumas dolientes caen dulcemente sobre la última orilla, o como se quiera ver. la primera orilla. Es una especie de buenos días con canto de caracola en directo.
¿Buenos días? Se preguntará algún lector.
¿Es que este tipo no trabaja que tiene tiempo para ir a pensar chorradas en llegando a la orilla del mar de una playa que está llena de restos de origen desconocido o muy conocido?
Pue mire usted algunos hemos llegado vivos a la jubilación, aunque bien podría ser que fuera por la tarde y en vez de buenos días fueran buenas tardes: le digo que tanto por la mañana como por la tarde la cosa marítima sigue en su sitio, aunque me han dicho que hay playas que han perdido arena y solo dan para una hilera mínima de sombrillas.
Y es que quería hablar de sombrillas, pero me enredo y yuxtapongo mucho, de tal suerte que algunos dicen que me disperso y que soy arborescente. ¿Quién no lo es? A lo mejor no se da cuenta, pero lo es. El cerebro está lleno de cauces que parece un meandro sin solución, ni desembocadura.
No. Decía que he leído que ahora en verano cuando se pierde la visión de la ola que rompe dulce sobre la última arena, porque está llena de gentes en tropel dando saltitos en bikini mínimo o en bañador paquetero, la orilla se pierde y se ve que existe mucha gente que no se quiere perder la primera fila incluso la fila 0 y muy de mañana se baja con su sombrilla aprovechando la levantada de hacer una descarga en el baño y se dice: bajo un momento y planto mi sombrilla.
Esto, se dice él, él porque suele ser el del problema prostático, no pasaba antes porque cuando compré el apartamento aquí no había ni Dios y nos conocíamos todos, algunos ya no están, pero es la vida…y ahora no conoces a nadie y demasiados hablan en extranjero. No hay derecho y me han dicho que algunos llegan a decir: ·”Esto con Franco no pasaba”. Cosas de los años.
Como la cosa va a más en algunos sitios son los de la Policía local los que intervienen y se llevan las sombrillas y ahí es nada la discusión por ello y sobre todo `por saber que sombrilla es la de Pepe o la de Amparo, porque lo cierto es que todas se parecen.
Así empiezan las rencillas y entretanto los que van sin sombrilla han ocupado la zona mediante el amplio surtido colorista de toallas de tamaño considerable donde caben tres ninfas como las sílfides de ahora o un señor que orondo pasa de no beber cerveza y ponerse hasta el cuello de calamares a la romana y de de sangría refrescadora mientras se tuesta “a modo” bajo el nada amable sol de agosto.
En invierno u otoño nadie viene a venderme oropeles enormes para extender en la arena o refrescos o nadie quiere hacerme masajes en chino en los pies porque tengo cierta aprensión. No es rechazo multirracial es que soy muy mío Antes te decía la buena ventura te cogían la mano…ahora peligra tu cartera. Cosas de la mar playera.
Me espero al otoño. ¡Que lo pasen bien!