LA PALMADITA
Mis amigos Javier y Juanjo me dicen que los columnistas lo tenemos fácil. Yo me resisto a aceptarlo, pero les doy la razón.
Todos los días los sucesos que impactan están en primera plana.
Qué si la princesa está empezando la `parte difícil de su instrucción militar, que, si el Barcelona club de futbol está incriminado en una trama corrupta por el caso Negreira, ese árbitro que “ayudaba” a ganar partidos, y así un sinfín de noticias más por lo que resulta complejo saber que elegir y que, aun habiendo transcurrido hace días y comentado por otros compañeros de diario, siga siendo asunto de interés.
Ya lo tengo hoy. Me quedo con las palmaditas en el rostro del Sr. alcalde de Madrid a cargo de un concejal socialista, conocido por su inflamada forma de entender la política, dado que el mismo señor sugirió “arrancarle la cabeza” a un miembro de la oposición.
Ha intentado disculparse y no lo ha conseguido y ha logrado que el jefe en la comunidad, un tal Sr. Lobato lo haya hecho.
El uso de la palmadita está muy extendido y según quién y donde puede tener diversas interpretaciones
Las palmaditas del concejal podrían ser un acto de cariño y al serlo tres veces incluso amoroso, aunque la cara del alcalde no parecía expresar eso; tenía la cara como sí en vez de en la cara hubiera sido en sus genitales, que los tenía a cubierto `por la bancada.
A mi me han dado ayer unas palmaditas en mi encorvada espalda, al tiempo de un saludo afectuoso de ¿Cómo vas? Esas palmaditas son una muestra de afecto que yo correspondí con un toque al uso en el hombro.
Luego están las palmaditas libidinosas realizadas por el baboso de turno, aprovechando la multitud en cridas, actos religiosos en la Plaza de la Virgen o en la cola de un reparto de bocadillos gratis, en homenaje al candidato de algo, o en la barrera humana de cuatro en un “lunch” que se llama.
Soy partidario de dejarse, como se decía en el “antigor”, las manos en el culo y el culo en casa o tener en cuenta el refranero `popular. Juegos de manos juegos de villanos.