ABALORIOS
Carlos Pajuelo de Arcos
Alguno de los lectores aficionados a la política y al seguimiento de los avatares de los que cada día se produce uno en esta materia, pensará, erróneamente, que aquí trato yo de acuñar un nuevo término de los seguidores de cualquiera que se siente en el Parlamento, o sea noticia por sus comentarios en redes o fuera de ellas.
Incluso podría referirme a quienes copan la actualidad.
¿Le ha regalado en su momento el Sr. Varga Llosa a la Señora Isabel Pr… “un algo” por su despedida de medio soltero con el que últimamente nos han deslumbrado en alguna fiesta o con alguna declaración? ¡Quien sabe!
¿Qué ha pasado ahí?
Me importa un bledo, como a otros, pero dado que se trata de un tema de “prensa rosa “que tanto parece interesar, lo dejo ahí. Repito. ¿Ha habido regalos de despedida? ¿Abalorios que lo distinga?
El caso es que eso de los abalorios se me había ocurrido a mí en relación con lo que las gentes llevan colgado de su cuerpo y va desde la “pulserita” de color que un día exhibió Aznar en su muñeca para desearse suerte, hasta el pin que damas respetables cuelgan de sus orejas al modo africano, que digo que será para distinguir la tribu a la que se pertenece; supongo que no es lo mismo un cristal de Swaroski que cuero procedente de una vaca estabulada.
Al pegar la hebra sobre el asunto con un colega de profesión, más dedicado que yo al estudio de la política local y a sus personajes ,dio en decirme que a ver sí se iban a confundir los seguidores con Ábalos , aquel defenestrado por “sus cosas” y a partir de ahora se les iba a conocer como los abalorios.
He de confesar que a mí no me importa nada, porque seguidor, lo que se dice seguidor, no soy de casi nada y no digo nada porque entonces las gentes dirán sobre mí que soy un anarquista o un ácrata-esto me gusta más- aunque he llevado la chaqueta y la corbata mucho tiempo, quizás demasiado tiempo y la he llevado como un abalorio obligado.
A veces mientras degusto una leche merengada con mucha canela y estoy al paso en La Malvarrosa,” a la pasa”, que decía un amigo mío- estar a la pasa es un deporte sereno, nada fatigoso y que permite ver al personal ir y venir, en plan mirón- veo abalorios de diferente origen y situados en partes del cuerpo increíbles.
He visto un ombligo brillante, destellante a las luces del Sol Poniente y he visto tatuajes escalofriantes- así sigo con una borrachera de concatenaciones en “mareantes”- que permite al columnista columpiarse sobre si y alcanzar la elipsis total y terminar el debate sobre sí los tatuajes son o no un abalorio en la medida que están impresos, casi indelebles en el tejido frente a los vaivenes de lo que cuelga, que parece más de quita y pon. Que lo diga , que le pregunten a Vargas – así decía Felipe II refiriéndose a su secretario que se ve que se lo sabía todo. Yo soy el que no sabe nada y al que le llama la atención casi todo.
El caso es que ni Puig con su peluquín -n gran abalorio- no Ábalos- abalorio en si mismo. Citados como ejemplo de posibles ministros se han quedado “compuestos sin novio-Ahora empiezan una guerra por ver quien manda en la agrupación y se dice que aquellos que ya se creían nominado como sustitutos han decidido hacer consultas a diversas deidades
Entre no hay que descartar el “vudú” buscando mal de ojo o quien sebe que.
Después de todo miserias humanas.
Hagan el favor de pasar un buen día.