VACACIONES ESTIVALES
En primer lugar, dejo constancia de mi pesar por la caída mundial de los sistemas informáticos que han perjudicado la globalización y ha impedido que muchas de las transacciones bancarias, servicios hospitalarios etc. hayan dejado de funcionar.
Miles de personas en estaciones, aeropuertos se han pasado horas desinformados y entregados al insulto generalizado contra no sé sabe quién.
El grado altísimo de información vital planetaria de datos ha sido atacado.
El propio vocablo de “atacado” le da un carácter inquietante; nos dicen que ha sido un virus. No tengo ni idea. ¿Se ha generado solo, por inteligencia artificial, ha sido un supersecreto servicio de espionaje, un mercenario, la CIA, el Mossad? Mi pajolera intuición me lleva a saber quién, cuando y como. Imposible.
Solo estoy seguro de una cosa. Yo no he sido y el repartidor de comida preparada que me la ha traído, envuelto en sudor ciclista, exhalando agrio perfume mezcla de costillar y axila, tampoco.
La gente parte con la idea de pasarse una quincena, algunos un mes, otros siempre un periodo vacacional. ¡Cuidado!
Una universidad extranjera, como no, ha dado la noticia que siete días son bastantes para desestresarse y que más allá de ese tiempo vuelve el stress. No me lo creo.
Vivimos la lucha de la CEOE y el mediático intento de la Sra. Diaz, que busca desesperadamente el titular y está por el acortamiento de la jornada.
Yo me toco la cartera “per si de cas”. La tengo exhausta por los ERES y ajustes perdonados a los imperiales catalanes.
Hace años vi una entrevista a un japonés en la TV y se hacía cruces por lo de tener un mes de vacaciones pagadas y decía que si a él le dieran ese mes no volvería a trabajar al mismo sitio.
Aquí puede pasar igual con la diferencia que te han echado y encuentras a otro calentando tu exsillón y ni siquiera eres banquillo. Somos diferentes.
A la vista de todo esto me quedo en casa. Me autookupo. Me ensillono, me horchateo al rico farton y sé que según los expertos eso perjudica mi salud. Puede que sí. Iré del salón a la cocina como máximo mientras me limpio la baba.