El olvido es la tumba del conocimiento. Y si el olvido es máximo supongo que es el Alzheimer.

Vengo yo a hablar de esto hoy después del salto en la tribuna de oradores del candidato y al parecer presidente próximo- hoy “in pectore”- el Sr. Rajoy.

Dos años después de decir: “contigo Paco siempre” en plan contigo pan y cebolla del amante pobre, Paco no estaba entre la multitud, ni estaba entre los elegidos. ¿Dónde estaba?. Posiblemente jugando al tenis, al pádel o en su casa en oración íntima.

El olvido es duro cuando es voluntario, supongo. No lo supongo, lo sé. ¿Quién no ha sido olvidado una vez o siempre cuando parecía que el mundo estaba a los pies?

Aquellos que te decían que te querían, los que te amaban hasta la muerte, han sido presa del humo variable de la ambición. Es el tango “la ambición no descansa, pisito que puso Mable para acompañar el amor…”

En el caso del político, el olvido debe ser traumático, digo. Los psicotrópicos generados por el morbo del poder, el éxtasis de la multitud, el goce de la mano estrechada mil veces, los besos robados de ninfas y faunos adheridos a la falda del magister que imparte doctrina mediante el óbolo de la canonjía.

Yo te perdono, yo te nombro, yo te saludo, yo te llamo…el yo desaparecido en aras de un traje, o dos o vaya usted a saber; desaparecido inmerso en su lejanía de sonrisa estereotipada negándose a recibir, dando su mano fría a ser besada.

Paco estará llamado a jugar grandes papeles en el futuro de la nación española, dixit el registrador.

¿Qué pensará “el olvidado”? ¿Tramará mil venganzas imposibles? Refugiado en la cosa consultiva debe, digo, estudiar. Buenos días.