Hace horas las llamas que quemaban el cuerpo de un hombre en Ribarroja -¿ para qué dar aquí el nombre? -se extinguían ante la impotencia de vecinos, bomberos y solo el médico certifico la muerte. Certificar una muerte así, una pena que cuesta deglutir y una pena que se somatiza, supongo.
La diferencia entre el luxury del IVAM con sus estrellas mediáticas, entre las manifestaciones en contra de la sentencia de Garzón, entre la dinámica de quien cobra suplementos por no ir a las comisiones – diputados que se embolsan pluses de extraña condición y aplicación sin causa ni objetivos – entre consellers que se nutren de pluses por desplazamiento de vivienda cuando no de desplazan salvo a la suya entre tantas cosas que nos ocupan y la decisión final de un pobre hombre en la cincuentena llama la atención.
Él, que sabía que no estaba en condiciones de mantener a su hijo, por pérdida de su trabajo en la Masía dónde trabajaba, tomó una decisión irreversible. Fruto de una sociedad que es, en ocasiones, asquerosa, humillante, indigna de un resto siquiera del estado de bienestar.
Nadie se ha manifestado.Es mejor, supongo, que esto pase como una página oscura,pequeña, inquietante. El olvido rápido y el achacar la causa a la enfermedad que dirán- si acaso alguien lo dice- que padecía.
!Estaría enfermo! dirán algunos. Claro que estaba enfermo, enfermo de impotencia, abatido por su propia incapacidad de salir adelante, sin horizonte vital y sin capacidad de nadie de escuchar, pese a que lo había anunciado y no le creyeron capaz. Lo ha hecho.
¿Y ahora? Ahora nada, el silencio del olvido. La guadaña de la “sin nombre” se ha llevado a un agricultor al que se le secó la siembra de la vida.
Vale más establecerse en una economía de guerra, vale más exprimir los recursos que uno tiene, vale más pedir, buscar, que matarse. El suicidio es una grave enfermedad social que se lleva en España a la tumba más victimas que el tráfico al año y el silencio vergonzante tapa por temor a ser descubierto en la familia ese signo o por temor, dicen, a desatar una ola de imitadores. Descanse en paz el anónimo agricultor que se ha quitado la vida por no poder garantizar la de su hijo. Buenos días.