Un hijo
Hace unas horas ha nacido un niño. Ya sé que nacen muchos y lo hacen en muchos lugares pero este niño es fruto del amor buscado, vigilado y finalmente bienvenido. ¿Los otros no? Sí, claro, también, pero de aquellos frutos no tengo noticia sino por las estadísticas así que me centraré en este y en sus padres, por ejemplo.
Los padres son profesionales de la medicina y en su entorno hay más médicos y adheridos al noble arte de Esculapio por metro cuadrado, que chinos en un piso de alquiler, que ya es decir.
A mí me conmueve el seguimiento de su evolución desde la concepción hasta anteanoche que es cuando dio, dicen, un grito que partió el culo a los asistentes al evento. Empieza bien el tío. Que se enteren que estoy aquí.
De hecho no lo he visto, aunque haya tenido completa noticia del mismo porque la tecnología aplicada con ciencia y profesionalidad ha permitido establecer el sexo y su comportamiento en su mundo interior tranquilo y sin saber nada de Mariano ni de Guindos y eso ya es un tanto a su favor y a su estabilidad.
Como es el nieto de una amiga mía la cosa me ha sido comunicada con tiempo constante y he sido seguidor pasivo en un ir y venir de cómo iba la cosa; aquí aplico el ya clásico “era un nacimiento anunciado” (y eso es un homenaje a Gabo que ha perdido la memoria) Maldita memoria.
Yo ya tengo mi edad y además dos hijos- o sea que a mí también me han nacido hijos- y digo lo de la edad porque ellos ya están hace mucho tiempo en condiciones físicas de haberme dado nietos, pero mi amiga me gana por 5 a 0. Un record de goles que la hacen medio campeona de Europa. La medioenvidio y digo medio porque no me voy con niños en los brazos. Me da miedo. No sé. La madre A de este que ya ha nacido de pequeña me daba miedo. Ahora no.
Hay escenas que no se olvidan y se quedan ahí en las neuronas “ad hoc” para ser evocadas y yo evoco mi momento con nostalgia y cariño. Es un acto este de tener hijos y amarlos con padre y madre incluidos muy apreciable en un mundo dónde el egoísmo es la moneda habitual de cambio. Yo he visto nacer a los míos. Emocionante. ¿Sentirán lo mismo los animales del bosque,digo?
La hija de mi amiga no sabe, no puede saberlo, donde se ha metido. La responsabilidad amorosa sobre ese niño no desaparece nunca. Me acuerdo de mi madre y mi abuela que teniendo yo más de 50 años a la sazón me llamaban Carlitos y cuando yo me quejaba con cariño me respondían que yo sería Carlitos para ellas hasta que se murieran, cosa que ocurrió desafortunadamente y ahora anhelo sus llamadas en diminutivo.
Esta muy bien que la doble A (sus nombres, mire usted por dónde) esté atenta. Y me llama la atención que siendo los dos A médicos, pierdan su condición para devenir en padres normales y corrientes y la baba se les caiga y vean a ese niño como el más guapo, digo yo, del mundo.
En esto yo voy y vengo como espectador curioso y lejano.
Como añado mi condición de periodista me aprovecho para hacer un canto a los padres que han tenido la heroicidad de traer al mundo , un mundo ahora mismo convulso e incierto, a un vástago que, yo no lo veré, pero que seguro que dispondrá de todas las oportunidades y un día alguien que guardará esta nota, y a lo mejor, le dirá : “fuiste bienvenido”.
Aprovecho la ocasión, es de justicia amorosa, para acordarme de mis dos hijos tan mayores que se que me quieren y son correspondidos y( ¿ por qué no he de decir estas cosas cuando se permite-por mucha amonestación que se haga- a una señora decir a voz en cuello en sede parlamentaria “que se jodan”?). Yo digo pues que quiero a mis hijos y que siempre serán en diminutivo nombre míos.
Ya sé que los dos A creen ahora que el nuevo A es suyo pero mi consejo es que, siendo suyo, no lo digan tanto en el tiempo, porque los hijos crecen y desean ser independientes e incluso se conoce algún caso en que lo logran.
Ahora viene el tiempo de abuel@s, prim@s, tí@s y adheridos y hay que tener paciencia. Luego vienen otros niños y la atención se distribuye y eso está muy bien.
El caso es que mi amiga, lo noto, está emocionada pese a ser el 5º. Yo la oigo, la veo y me parece cuando menos interesante. Antropológicamente el avance en ese camino ha sido muy pequeño.
Me alegro por todos y sobre todo por los dos A que pronto recuperarán el ritmo normal y se centrarán, aún más si cabe, en la crianza larga. ¿No es demasiado largo el camino entre el primer grito y el primer amor del “nene”?, por ejemplo.
Bueno ya está bien de AAs, abuelas etc. Me voy a ver a mis dos hijos que me han entrado ganas a mí. Buenos días.