La gorra y el casco
A propósito de un artículo mío de ayer en estos Blogs de autor y que hacía referencia la necesidad de ser amables , como parte de la humana condición de llevarnos lo mejor posible en la obligada cohabitación ciudadana., he recibido de un lector una pequeña historia personal que pareció sumirlo en la impotencia, la rabia y el dolor. Lo siento. Hubiera podido ser de otra forma
La historia de esa semi tarde es muy simple .Su mujer padece una enfermedad que ha dado como resultado una fatiga crónica ,entre otras lamentables secuelas.
Dispone el agraviado de una de esas tarjetas de minusválidos para coches que le permite tener algunas ventajas a la hora de aparcar e incluso a la hora de parar en lugares, sin obstruir el tráfico, para poder acercar lo más posible a la enferma a su domicilio. Nadie es feliz en una situación así ,empezando por la enferma.
Hasta aquí todo normal. Hace un par de días con el bochorno encima, con ese calor pegajoso que elimina las fuerzas sobre todo a las personas con dificultades físicas ,el protagonista de la historia , con la calle desierta sin tráfico de personas y vehículos ( solo una grúa con dos policías locales ,sección motorizada , cumpliendo con su deber de ordenar la retirada de un coche obstruccionista) llega hasta cerca de su domicilio.
Al decir del lector este llega aparca frente a su casa, pisa una franja y media de un paso de peatones , baja y ayuda a su esposa para llevarla al portal de la casa cuando uno de los motoristas se acerca y le avisa que va a sancionarle por “invadir el paso de peatones” (nadie en la calle, ningún peatón o vehículo circulando) y ante el ruego , la demanda del conductor aduciendo la evidente sintomatología de fatiga de la esposa contesta que “eso no es cosa suya” y conmina a seguir andando a la esposa por haber protestado del trato. El otro motorista se aleja. El asunto sube de tono, el lector se siente amenazado por un ” cállese o será peor” ,
Personado con foto del incidente y el papel de la multa de 200 euros ante la Central de la Policía Local no puede hablar con mando alguno de la sección motorizada acerca del comportamiento y desenlace. Se ve que no se puede.
Desconozco el final. Las experiencias vividas por mí con la Policía local, la Nacional y otras secciones más secretas ,han sido siempre buenas y me he encontrado con jóvenes amables que han sabido atenderme.
El uniforme, la gorra y el casco han sido siempre en España un plus de autoridad que ha trastornado , a veces, al usuario ,llevándolo a un ejercicio de la “potestas” más allá del buen tono, de la justicia comprensiva y de la ayuda al ciudadano que se encuentra impotente. El casco o la gorra no pueden ser un escudo bajo el cual se esconda algún amargado, déspota o falto de sensibilidad.
Una pena la historia de este lector y una noticia. No todos son iguales. No ha tenido usted suerte.