El aire ,que iba cambiando a viento ,me azotaba la cara ayer en la Gran Via Marqués del Turia en una Valencia atenazada por el silencio de las 6 de la tarde.
¿Dónde estaba la gente? Una epidemia había dejado a la ciudad sin referencia de bípedos.
Un autobús , el único vestigio, rodaba rojo y solo un individuo con gafas negras lo conducía a ninguna parte sin parar en las deshabitadas paradas.
Me miró levantando las cejas en un interrogante facial sin respuesta alguna.
Me senté y por primera vez en meses percibí el olor del urbanita aislado.
Finalmente dos extranjeros en bicivalencia pedaleaban sin entusiasmo frente a una estatua llena de cagadas de paloma que ,impertérrita, me miraba con ojos de benevolencia comprensiva.
De repente me di cuenta que la gente se había ido a otro paisaje.
Transportados por el virus del verano y la vacación “pase lo que pase yo me voy ” huían presos de un nerviosismo “sui generis” que se cristalizaba en asfalto , neumáticos y arena final en los pies.
Estaban todos en el litoral. Allí acumulados ,los unos se cruzaban con los otros y cada uno vestía según una moda “ad lib”.
Estiré las piernas , aspire un aire menos contaminado que ayer y decidí abandonarme al placer de la soledad. Buenos días.