LA LINEA ROJA
Fue hace 5 años y duró, dicen , cinco minutos. Me refiero al juicio por lo penal contra la que en su día irrumpió, en un momento de oración, en el interior de la capilla universitaria de la Complutense que, por cierto, es un espacio público, en una institución pública de un Estado aconfesional y protestaba precisamente por eso, se supone.
Se quitó el jersey o la blusa y ofreció sus pechos a los que oraban . Es una falta de respeto evidente. Una línea roja que no se debe traspasar, ni ahí ni en ningún otros sitio destinado al culto o a la reflexión en silencio de quien ora.
No me refiero a enseñar las tetas, sino el invadir un acto en el que otras personas parecen inmersas en un acto de su intima religiosidad, cual es la oración. Bien.
Se califica de blasfemia, aunque el arzobispo Osoro lo calificó de “chiquillada” y no puso en marcha acción judicial alguna. Perdonó. No todos han seguido su ejemplo. Obvio.
Yo me pregunto ahora si fueron las tetas lo que llamó la atención , la interrupción del acto religioso o la reivindicación de ese espacio o la petición, si la hubo, de apertura de otras salas para otras confesiones, en aplicación de la igualdad religiosa.
¿Si hubieran permanecido con el jersey puesto, el acto sería menos blasfemo o reprobable?
La Asociación que ha puesto en marcha el proceso mediante la denuncia correspondiente ha de ser tan generosa como el propio Evangelio predica y debe evitar, en este caso, un uso político del asunto.
Las dos Españas otra vez o quizás, después de todo, no se han ido nunca. El rojo y azul de nuevo en litigio por el acto impúdico de una o una jóvenes en el uso inadecuado de su libertad de expresión.
Alguien ha de marcar la línea roja de unos y otros, pero caer en el error de politizar esto no hace sino echar más leña a un fuego que ya está bastante vivo.
Hay una ola de anticlericalismo que no es lo mismo que un descreimiento general y eso se manifiesta porque la propia Iglesia comete errores. ¿No es este el año de la misericordia?.