EL ASCENSOR

        Hoy me he quedado parado en un ascensor de esos que todavía quedan y que tienen un asiento de gutapercha para descansar . No hay timbre y  así ante la inutilidad de la llamada porque el telefonillo tampoco  existe, digo yo que trataré de pegar la hebra con una señora madura y un joven ejecutivo de aspecto bancario.

        Poder hablar del tiempo, entre reniegos y cierta tendencia a la claustrofobia de algunos, es una posibilidad clasificada de clásica, aunque siempre tiene un límite o posiblemente una derivada técnica hacia el cambio climático ( no confundir con climaterio) y las placas solares.

        Eso puede tener unos riesgos añadidos y se incline la conversación hacia las tarifas de la luz, el ministro que fue Soria y finalmente, si la avería sigue, en Ribó y en el Gobierno en funciones frenadores de inversiones varias.

        Yo les calmo mediante la transmisión sonora de que mañana miércoles entra en vigor una nueva directiva para regular el estado de los ascensores de los que en España hay más de un millón. Somos millonarios en ascensores.

        Sucede que algunos están “mayores” porque tienen más de 20 años y `pienso, mientras espero que alguien nos rescate, que si los ascensores hablaran.

        Observo que nos les tranquiliza y acudo a la prensa que he memorizado y les digo que lo importante es la serenidad y la paciencia y les digo que Buda era un ejemplo- eso dicen porque a mí no me consta, ya que mi tiempo es otro y no he tenido el gusto y como ya se conoce que tendemos a la exageración pues quien sabe si Buda tenía tanta paciencia y además habría que verlo en este ascensor con lo gordo   que parece que estaba.

        Arranco una sonrisa,  le cedo la gutapercha a la señora y me arrepiento luego porque me duelen los riñones pero me consuelo al decir que Rato está en el camino de la reflexión y se ha ido a Pedreguer a un centro de meditación budista. Busca la evasión espiritual, el nirvana y así completa la evasión fiscalcorporal.

        Me alegro por los de Pedreguer, pero también les aconsejo que  miren lo que firman no estén firmando una preferente o una cesión de esas de clausulas suelo, que ya me mosquea a mí el nombre.

        Finalmente aparece la cara de un tipo con mono  limpiándose la boca con la bocamanga- que a lo mejor se llama así por lo mismo-  y la señora le hace un gesto tocándose el pecho y señalándole;  el de la boca limpia no entendía, hasta que finalmente, supo que la señora, sentada en la gutapercha, le indicaba que él tenía una mancha, que por cierto era de tomate cerca del corazón en su mono.

        Ahí, digo yo, se notaba que la señora era una pulcra ama de casa preocupada por el orden y la limpieza.

        ¿Y el supuesto ejecutivo que hacía? Nada, como es habitual en muchos ejecutivos.

         Miraba al techo con mucha insistencia, entornaba los ojos y de vez en vez nos miraba frunciendo el entrecejo.

        De repente se puso en marcha el ascensor y aquello que podría haber acabado en una provechosa amistad se diluyó en un santiamén y no pude “colocar” más historias porque los que me acompañaban parecían tener mucha prisa y desaparecieron. Dicen que mañana lloverá.