U
ÚLTIMO DÍA
Se dice por quienes entienden de ello que hoy es el último día de primavera y que mañana empieza el verano y seguro que será así, porque yo asumo como verdadero lo que los expertos señalan.
No obstante anoche hizo un calor pegajoso que impidió conciliar el sueño a muchos, entre ellos a mí.
Hace días que me venía planteando mi `propia existencia como posible preso de mis inquietudes en modo literario y por ello dejándome en el camino experiencias que muchos relatan como irrepetibles e importantes para el ser humano. ¿Cuáles?
Por ejemplo, me quedo sin palabras cuando alguien, así de sopetón, me pregunta: ¿Has visto amanecer? y solo acierto a señalar balbuceante: si el año pasado y para quitarle hierro a la cosa añado: ¿Ha cambiado algo en el Sol o en la Tierra? y es entonces cuando, con conmiseración, añaden con acento definitivo “no cambiarás nunca” y seguimos con otro asunto.
Bien anoche, o mejor esta madrugada me he ido a la playa a coger un poco de aire, y experimentar con otros videntes del amanecer, el asunto.
Es cierto que mirando a lo lejos el Sol sigue saliendo y la mar estaba calma y ha sido bonito; ya que estaba allí me he decidido a pasear por la arena que lleva hasta Port Saplaya y he experimentado algunas sensaciones nuevas o quizás no tanto pero ya olvidadas.
Una larga fila, no hay que exagerar eran solo seis, de pescadores esperaban pacientemente a ver que caía.
Yo he saludado, soy muy saludador porque creo que eso rebaja la tensión y aproxima al respetable como supongo que debe ser en un pueblo, y preguntado a uno: ¿Qué pican? y tras responder al saludo contestó “Más los mosquitos”. Y pensándolo bien hay un huevo de mosquitos este año.
Al ver mi cara de pena se ha visto obligado, creo, a decirme “he cogido un par de pequeños y los he devuelto al mar” y yo he dado un par de cabezadas, de menear la cabeza, como dándole las gracias en nombre del Dios Neptuno.
He seguido, sorteando a algunos perros que corrían sueltos haciendo cabriolas y viniendo hacia mí los muy hijos de pu…cuando sus dueños me han dicho “No hacen nada, son muy juguetones” y los dejaban a su aire; han meado y algo más sobre la arena, donde luego los tiernos infantes juegan embarrándose con sus abuelas que se los llevan a media mañana porque están hartas de ellos.
Cerca de la Ermita dels Peixets y tras pasar un par de acequias malolientes he visto de repente un pescador curioso por su atuendo; este debe ser extranjero o no es de aquí.
Iba vestido de verde camuflaje y con botas y traje en plan rio truchero y lanzaba con una especie de floritura su sedal.
Yo me he dicho, voy a preguntarle y lo mismo “ni un duro”
Entro en reflexión. Todos estos están al amanecer aquí, se tragan los fétidos olores en esta zona entre La Patacona y Port Saplaya, no pescan nada y creo que les importa un pimiento la pesca. ¿Entonces?
Está claro, huyen. Huyen de su tórrida casa, de hacer el desayuno, de ayudar a “la seua dona”.
Vuelvo y me encuentro con las cuadrillas de empleados que recogen, hasta un límite sin marcar, hasta la primera salida de aguas extrañas, un poco más lejos los tractores que revuelven la tierra y la aplanan y toda esa parte queda para los centenares de personas para que se hagan selfies y se bronceen con diferentes atuendos que van del tanga al pareo, desde la pamela hasta los pechos al aire. Cosas
Por último y tras ver amanecer observo a uno con una especie de aparato que pasa sobre la arena y unos auriculares. Busca tesoros. Un caza tesoros urbano buscando el anillo de pedida que ella le ha tirado a la cara cuando ha descubierto la infidelidad de él.
Bueno ya he visto amanecer este año. No es lo mismo, que las islas o el Caribe o Altea pero me vale. Me voy a dormir.