DECLARACIÓN A LA GALLEGA
Es fantástica la creatividad de los líderes de los partidos políticos.
Antes de que el presidente del Gobierno fuera a declarar, durante la declaración y en la post declaración y siempre, se sabía que la oposición le invitaría a dimitir.
Es el modo” del váyase Sr. González” que el ex presidente Aznar, aquel que puso los pies sobre la mesa de Las Azores junto a Bush, tomó como muletilla que parecía habérsele fijado con pasta indeleble en la boca, cada vez que decía algo en el Congreso.
Las muletillas son bastones del lenguaje para fijar en el escuchante una idea, hasta hacerle creer que es propia; ocurre que como se repite tanto, el que oye nota como un resbaladizo e intenso quemazón, una especie de baba cerebral parecido al hartazgo que repercute, como un reflejo, en todo el argumentario que le esgrimen.
Otro signo de creatividad creciente era el suponer que, por el hecho, triste por otra parte, de llevar al presidente a un juicio allí se iba a saber todo.
¿Qué es todo? Las finanzas del partido, los sobresueldos, las prebendas y hasta la justificación del porque el partido pagaba las vacaciones del Sr. Rajoy y familia a las Canarias.
Aquellas queridas islas eran a la sazón feudo del ex ministro Soria gozador, en este momento, de un trato excepcional en materia de seguridad.
El lugar y el tiempo eran proclives para el cultivo del principio de una sólida amistad. Es el origen…aunque yo no me fiaría de la estabilidad de las relaciones. ¡Hombre!
Veamos el caso Bárcenas, que por cierto no acudió para evitar “el circo mediático” que siempre le acompaña y del que hasta ahora no solo
no se había quejado, sino que parecía ser aprovechado para afianzar la idea de su inocencia y perfección en la gestión de activos financieros.
El abogado de la acusación, vinculado familiarmente al Grupo Podemos, acertó a calificar una determinada respuesta como “gallega” que dio pie al Sr. Rajoy a aceptar, constatándola, como tal ya que riojana (dixit)
no podía ser.
Una muestra del venirse arriba desde la misma altura que
el tribunal, acusado en la figura de su presidente, como de “amparador” del testigo.
¿Y ahora qué?