SUPLANTACIÓN DE PERSONALIDAD
De 21 años, pero con aspecto de tener diez más, inscrito en un conocido portal de empleo como médico, nacido en Sabadell y vecino de Terrassa, J.G.O. se coló en el Hospital Sant Joan de Déu de Martorell (Barcelona) en plena pandemia de Covid haciéndose pasar por médico. Ahora duerme en la cárcel por firmar un certificado de defunción sin ser facultativo. (FUENTE: Las provincias)
Lo de querer ser otro es un hecho común. Se diría que la naturaleza humana nos lleva, en ocasiones, a reflexionar sobre la conveniencia, o no, de ser otra persona o mejor desarrollar el papel de otra persona en función de unas circunstancias propias que pueden tener que ver con la frustración. Ahí hay una tesis pendiente.
¿Somos sujetos cambiantes?
¿Qué impulso le habrá llevado a este joven a asumir una personalidad diferente y, por cierto, tan especifica como la de médico?
¿Se ha visto arrastrado por la ola de muerte que ha generado el COVID19 y ha querido formar parte de los sanitarios que luchan contra el virus?
¿Ha gustado de la entrega agradecida de quien acude a un consultorio o a Urgencias para ser atendido o curado?
¿Buscaba el poder intrínseco que emana de una bata blanca?
Sin duda ese es un caso de interés psiquiátrico. Nadie hace eso sin un fondo de trastorno y quizás hay un atenuante en función de un diagnostico preciso- dentro de lo impreciso que es calificar, establecer, diagnosticar algo que tiene que ver con un desconocido como es el cerebro humano. Un universo por descubrir y conquistar.
Hace años en la televisión el desaparecido, prematuramente, Tola dirigía y presentaba un programa llamado “Si yo fuera presidente” y ese titular lo hemos asumido alguna vez en la vida creyendo que podríamos hacer esto o aquello. Eliminar lo que nos parece mal e implantar lo que creemos que es bueno.
De hecho las mesas de los bares, las tertulias más o menos expertas son el campo donde vertemos nuestros anhelos y de hecho se diría que en cada uno de nosotros existen deseos de suplantación de personalidad.
Todos llevamos dentro un médico, un abogado, un entrenador de futbol y dejamos entreverlo cuando nos manifestamos y también llevamos un Guardia Civil, pero eso si un mando y hasta nos erigimos en jueces de la conducta del otro y en voz alta condenamos o absolvemos sin el menor rubor.
Esto, decimos, es la libertad de expresión pero yo creo que no es exactamente eso. Creo de verdad que por un momento asumimos el papel y lo representamos.
Ahora el medio llamado redes sociales nos permite dar un paso más, salimos de la mesa del bar, de la tertulia y nos asomamos a un sistema de comunicación que no es anónimo, ni invisible como son las redes sociales. Tan es así que hemos inventado un lenguaje “ad hoc”.
En este momento nos rasgamos las vestiduras, con razón, por ejemplo cuando todavía a fecha de hoy existe un descuadre entre la cifra real y la estadística de fallecidos. Quizás ocurre algo muy simple, fácil de entender y que se resume en el refrán “una cosa es predicar y otra dar trigo”.
Si no nos moderáramos en el juicio precipitado, sin datos, cometemos un error y si además lo volcamos en la red damos pábulo para seguir dando alas a otros, de tal suerte que vamos contribuyendo a generar un clima adverso que es como una mina de efectos retardados.
Como mensaje quizás convenga añadir que opinemos sobre lo que sabemos…y a lo mejor casi no `podríamos opinar.
A la espera de la homilía del presidente de opinión cambiante o flexible si lo desean calificar así y con permiso me voy a tomar un café