LA SOBERBIA
Estos días son eternos, nuestra vida cotidiana se ve alterada por un alud de noticias que giran en torno siempre a lo mismo. El virus lo domina todo. Es el día de la marmota. Da lo mismo la hora, el día o de la noche, radio o televisión. COVID es el invitado en todas las redacciones.
No te queda el consuelo de “siempre nos quedará Paris”, `porque no puedes salir del país prácticamente y allí, en París, la cosa parece que va igual que aquí.
¿Qué queda noticiosamente hablando? La prensa de papel, la revista rosa y algún programa de chismorreo.
La prensa, o su versión digital Premium, son el refugio de muchos, entre ellos yo, que no solo escribo en ella, sino que la leo. Y leyendo, leo una falsa polémica en torno a quien debe escribir, cuando debe hacerlo y como, de tal suerte que existe el deseo íntimo, y no tan secreto como debería ser, de sustituir a quien lo hace.
¿Por qué pasará esto?
Yo diría que el disponer de un marco de difusión diario permite a quien lo tenga, la lenta difusión de una idea, de una especie de religión de lo bueno y lo malo, que viniera marcado por las reglas que impusiera quién tuviese el control de las linotipias, por así decirlo.
El Sr. Iván Espinosa de los Monteros y el Sr. Iglesias tan aparentemente opuestos tienen un nexo en común. Tratan de disponer de altavoces propios y no les basta los que tienen propios o ajenos.
Cometen el error de pontificar en torno a la idea democrática y mantienen, sin embargo, los usos de lo totalitario. Solo parece ser democrático aquello sobre lo que opinan, sobre lo que mandan. Y si eso no ocurre, se lanzan a una critica abierta, a una desaforada forma de entender el debate, solo cuando este se ajusta a sus normas.
¿Hay una soberbia mayor?
Esa arrogancia ya venía contemplada desde que el hombre está sobre la tierra. Se decía “ahora soberbio y dentro de poco gusano”. Hay mucho escrito sobre los llamados “pecados capitales” y la soberbia para mi es de los más importantes.