LA BOMBA
Estoy desayunando y oigo noticias. No es una práctica que aconsejen los budistas, ni los practicantes de vida sana. que en la amanecida pueden estar paseando al perro de su hijo pasada la furia del primer mes de perro.
La primera noticia apunta bien. Van a desaparecer las mascarillas y eso es significativo. Me alegro. Yo soy un forofo de la mascarilla, aunque en el metro no me atrevo a decir nada a quienes no la llevan, porque el respetable está mosca y he visto cosas.
La segunda noticia me hiela el corazón y noto como el vello se eriza. Ayer el Sr. Putin D. Vladimir, -digo yo sí sería tras el segundo vodka, dijo que está dispuesto a llegar hasta donde haga falta con el fin de acabar con la anexión de Ucrania y por tanto con la guerra actualmente en curso; en concreto se refirió al uso de armas nucleares que, según él, son más potentes y modernas que la de sus enemigos occidentales.
Tras esta puesta en común por la vía de los medios de información el café con leche de un servidor se enfrío y lo que me había tomado se me hizo agrio y mi garganta se empequeñeció con la subida de mis intimidades escrotales dejándome casi sin voz.
Coño, me dije a mi mismo, ahora que parecía que lo del COVID daba marcha atrás y que lo único (¿único?) era la bestial subida del orden del 400 % de la energía eléctrica (yo no miro el recibo porque no lo entiendo y eso que tiene cuatro páginas y debe ser verdad) el precio de los productos de la cesta de la compra se han disparado subidos a un cohete, Grezzi nos explica lo bien que lo hace y Oltra es una señora que ha derivado la responsabilidad a su Directora General en un acto cobarde, digo que digno no de una película infantil del “yo no he sido”. Va y llega Vladimir y me jode el desayuno.
Para terminar este señor ruso anuncia una movilización de jóvenes efectivos y muchos de los llamados se han puesto en marcha hacia los aeropuertos. Y nosotros a indultar al Sr. Griñán, `por ejemplo.