La chispa
Mi prima
Carlos Pajuelo de Arcos
Hace años leía un poema de Juan Ramón Giménez en el que, sorprendido, él decía, en el curso de una relación epistolar con alguien en Chile, “¿Ah, pero usted tiene un primo?” y sonaba a una cierta decepción. Bien.
En mi caso no es mi prima “sensu estricto” sino una prima excepcional de mi muje,r ergo será, digo, mi prima política; la prima Consuelo llama siempre en Navidad, y otras veces, pero siempre en Navidad y eso me consuela, porque pese a sus 85 años mantiene una vitalidad digna de envidia.
No es el caso de los mensajes innominados del mal llamado por mi “mes del amor”; es conocido que el mundo, que necesita mitos, se da a la felicitación con auténtico morbo de SMS, de menos postales y mucha red social y en unos días agota la munición amororososolidaria dándose, quien pueda, al polvorón, la gamba congelada y al turrón duro, por ejemplo.
Yo soy partidario de una cierta mesura y esa me ha venido con la edad, el tiempo y la multiculturalidad, por ejemplo.
Yo estoy rodeado, como mucha gente, de honorables chinos, raciales gentes de color betún y velos de diferentes tamaños andando dos pasos por detrás del hombre.
¿Qué sería de mí si me diera a esa multiculturalidad a la que nos machacan desde ONGS, seguramente magnificas?
Marchan como un solo ser hacia África o América para redimir, cuando la redención, digo, puede estar a la vuelta de la jodida esquina bajo cartones y cuando la temperatura de la bella ciudad del Turia alcanza los tres grados, dentro de un cubículo de cajero multiuso que está calentito o en las colas de los bancos de alimentos.
El caso es que se me ha ido la mano con esto de mi prima que llama con voz alegre y mi mujer, pase lo que pase, siempre, inevitablemente, contesta “muy bien, estupendamente” cuando es interrogada por su salud dejándome a mí, por cierto, a los pies de los caballos cuando antes he explicado este o aquel síntoma. Es la vida.
El segundo ataque masivo viene el 31 y luego ya, por fin, queda el apuña
La chispa
Mi prima
Carlos Pajuelo de Arcos
Hace años leía un poema de Juan Ramón Giménez en el que, sorprendido, él decía, en el curso de una relación epistolar con alguien en Chile, “¿Ah, pero usted tiene un primo?” y sonaba a una cierta decepción. Bien.
En mi caso no es mi prima “sensu estricto” sino una prima excepcional de mi muje,r ergo será, digo, mi prima política; la prima Consuelo llama siempre en Navidad, y otras veces, pero siempre en Navidad y eso me consuela, porque pese a sus 85 años mantiene una vitalidad digna de envidia.
No es el caso de los mensajes innominados del mal llamado por mi “mes del amor”; es conocido que el mundo, que necesita mitos, se da a la felicitación con auténtico morbo de SMS, de menos postales y mucha red social y en unos días agota la munición amororososolidaria dándose, quien pueda, al polvorón, la gamba congelada y al turrón duro, por ejemplo.
Yo soy partidario de una cierta mesura y esa me ha venido con la edad, el tiempo y la multiculturalidad, por ejemplo.
Yo estoy rodeado, como mucha gente, de honorables chinos, raciales gentes de color betún y velos de diferentes tamaños andando dos pasos por detrás del hombre.
¿Qué sería de mí si me diera a esa multiculturalidad a la que nos machacan desde ONGS, seguramente magnificas?
Marchan como un solo ser hacia África o América para redimir, cuando la redención, digo, puede estar a la vuelta de la jodida esquina bajo cartones y cuando la temperatura de la bella ciudad del Turia alcanza los tres grados, dentro de un cubículo de cajero multiuso que está calentito o en las colas de los bancos de alimentos.
El caso es que se me ha ido la mano con esto de mi prima que llama con voz alegre y mi mujer, pase lo que pase, siempre, inevitablemente, contesta “muy bien, estupendamente” cuando es interrogada por su salud dejándome a mí, por cierto, a los pies de los caballos cuando antes he explicado este o aquel síntoma. Es la vida.
El segundo ataque masivo viene el 31 y luego ya, por fin, queda el apuñalamiento de después para todo el año.Buenos días.