1. Si un hermano corregido con frecuencia por cualquier falta, e incluso ex-comulgado, no se enmendare, se le aplicará un castigo más riguroso, esto es, se le someterá al castigo de los azotes. 2. Y si ni aun así se corrigiere, o sí tal vez -lo que Dios no permita-, hinchado de soberbia, incluso quisiere defender su proceder, obre entonces el abad como un buen médico: 3. si aplicó los lenitivos, los ungüentos de las exhortaciones, los medicamentos de las divinas Escrituras y, por último, el cauterio de la excomunión y los golpes de los azotes. 4. y viere que ya nada puede hacer su ingenio, recurra también al mejor remedio: su oración y la de todos los hermanos por él. 5. para que el Señor, que todo lo puede, cure al hermano enfermo. 6. Y si ni de esta manera sanase, entonces debe servirse ya el abad del hierro de la amputación, como dice el Apóstol: «Echad de entre vosotros al malo»; 7. y también: «Si el infiel se va, que se vaya»; 8. no sea que una oveja enferma contagie a todo el rebaño (sic)
Una vez leído esto he visto la luz y me he puesto las gafas ante la claridad del consejo de San Benito, que no era santo de mi devoción hasta hoy.
No he oído más que palabras y buenas intenciones. Eso está bien para la cosa navideña pero hoy pago más por escribir esto, más luz y más de todo.
El dolor del pensionista al oír que Alemania, por ejemplo va bien, -yo soy germanófilo- me sube por el pecho y digo si será una angina, un huevo suelto o una hernia inguinal venida arriba. Hala a votar.
Estoy con aquel que decía que le dolía España.
Buenos días.