Se empieza por el humo y se acaba en el fuego traidor.
«Mamá yo quiero ser artista» se cantaba, luego se decía: «lo mejor es trabajar en un Banco que es más seguro» y ahora ni lo uno ni lo otro es seguro. Entre la SGAE y los SIP financieros, nada.
«Mamá, tú ves como el tiempo me da la razón». Ella, la pobre, quería que trabajara en un Banco; aun no conocía a Rato.
Nenes hay que opositar a ser comisario. La cosa promete. «Anem a mes». De momento han sido 300, que se sepa, funcionarios nariz en ristre, anemómetro en mano, veleta en la otra, para determinar distancias, velocidad y dirección del viento. Pronto, como en la época, por muchos anhelada, del estalinismo, dónde el comisario político era una figura que ensamblaba al régimen y mantenía la disciplina al Gran Timonel. Los comisarios irán a más.
Yo abogo, puestos a abogar -observen la mini diferencia que con un cambio de consonante se transforma en ‘ahogar’- para que en las Comunidades de vecinos se implante junto al Presidente un comisario del humo patrocinado por la Generalitat.
Es una posible traslación del Plan Confi. Más puestos de trabajo, menos humo y más información directa.
Recomiendo una clave, un documento, una insignia, una placa y en casos de días de consagración a la Patria un uniforme color tabaco solo para joder un poco más, pero todo, eso sí, pasivo, muy pasivo.
Si tuviera barba, en plan Mío Cid, me la mesaría desesperadamente. Pajines del mundo, por ejemplo, uníos. Sigamos recaudando impuestos por tabaco, alcohol, medicamentos y petróleo y sigamos creciendo en comisarios y la prima de riesgo subirá, como el humo, hasta el cielo del rescate. ¡Merkel ayúdame!
Me sigue doliendo España pero hoy más que ayer y, seguro, menos que mañana.
Todos dirán de mí que ya no soy un liberal, si no un fachaanarquista, que ya es lo último en inventos. Buenos días.