¿Cómo se atreve usted, Ministra, a acusarnos de victimistas? ¿Y qué derecho tiene usted a restregarnos en la cara el ejemplo de Cajal, a escudarse tras sus méritos, a apropiarse de su memoria para mayor gloria de su Ministerio? Don Santiago fue uno de nuestros ilustres científicos, sí. Premio Nobel, sí. Investigador ejemplar y ejemplo para los investigadores, sí. Y todo eso no lo consiguió por ser español, sino a pesar de ser español. Tuvo que costearse su primer microscopio de su bolsillo. Hoy, muchísimos investigadores de gran talento no pueden acceder a un contrato Ramón y Cajal. Los afortunados que lo consiguieron se desviven pensando qué pasará cuando se les acabe, dónde podrán desarrollar sus estudios, cuándo podrán ver cumplido su sueño de contribuir al desarrollo de la Ciencia española y compatibilizarlo con hechos tan mundanos como llegar a fin de mes.
Porque Ministra, nosotros no vivimos del aire. No somos los típicos científicos de película, demasiado abnegados para darse cuenta de que en el frigorífico solamente hay un cartón de leche caducada. Pero le diré una cosa, Ministra. El día que nos veamos en esa situación, nos beberemos el cartón de leche y seguiremos en la brecha; y cuando se nos pase la gastroenteritis, volveremos al trabajo. Y los que tienen la suerte de contar con los recursos de Empresas Stark, no es que sepan construir un Iron Man, es que nos hacen todo un escuadrón. Dos escuadrones, si pueden evitarse el papeleo de las subvenciones.
Las palabras que usted nos cita de don Santiago Ramón y Cajal, eso de que la investigación científica en España es cuestión de abnegación y sacrificio, ya nos las sabemos. Esa es una lección que tenemos muy bien aprendida. No necesitamos a ninguna ministra para que nos las recuerde.
No parece ser que las declaraciones de la misma diciendo que se han doblado los esfuerzos y dineros para que lleguen a la becas Ramón y Cajal lleguen al firmante. Muchos investigadores se van.