La coartada que supone el soporte para la declaración de guerra, tiene como telón de fondo siempre el poder.
Poder someter a otros para hacerlos trabajar para nosotros, poder para anexionarse recursos humanos y materiales y todo ello se adorna, casi siempre, con el uso de la palabra de Dios y con el pretexto de “lo divino” se empuja a la gente hasta la exaltación como preámbulo guerrero.
Millones de seres humanos de toda condición y lugar han dejado sembrado el campo de los muertos al servicio de la política y/o del estado.
Acudo a Sun Tzu autor del Arte de la Guerra y estoy con él cuando señala que: «La guerra es el mayor conflicto de Estado, la base de la vida y la muerte, el Tao de la supervivencia y de la extinción. Por tanto es imperativo estudiarla profundamente».
En estos momentos cerca de nuestra tierra un país como Libia está siendo objeto de un enfrentamiento que se ha extendido al resto del mundo, por la vía de la ONU.
Esa extensión se hace más presente que otras guerras olvidadas pero existentes, gracias- es una manera de expresarlo- a las televisiones; vemos como apuntan, disparan y corren como si de una ficción se tratase.
Es la razón de la fuerza sobre el dialogo. El más fuerte gana y extermina casi a sus enemigos hasta integrar, integrar por el miedo, por las represalias.
Contra esa enfermedad del poder solo cabe la humildad, el conformarse con lo que uno tiene y que algunas religiones han dado en llamar a eso sacrificio, solidaridad.
¿Debe uno luchar cuando la enfermedad trata de someterte? Obvio. Si.
¿Justificaría eso la violencia ¿ ¿Es trasladable este argumento cuando quien está enferma es la Nación?. Buenos días.