30.04.11 – 00:39 –
CARLOS PAJUELO DE ARCOS PERIODISTA |
La capacidad de ejercer o hacer que se ejerza el poder en su nombre tiene muchas aristas y una de ellas nace del propio ejerciente. Nace no sólo del reconocimiento de los demás que entienden y aceptan como más sabio, sino al propio equilibrio de quien hace de la autoridad su ‘modus vivendi’. Se reconoce, no se impone, y para hablar de ello mi vecino tiene una expresión que camina paralela, pero no es coincidente; se trata del poder.
Prefiero aquella a este. Imponer es siempre un prologo a la tensión.
Todo esto viene a cuento del la selección de una servicio, de un médico, de un letrado, de una compañía de seguros, de un servicio telefónico y, si quiere usted, me arriesgo más diciendo que hasta en la elección mutua de pareja.
El conocimiento adquirido y su aplicación pública que no sólo te acredita para su ejercicio, sino como lo aplicas, te da el espaldarazo del respeto, de la consideración del otro, que es uno de los valores más altos de la escala humana. No se trata de beber, comer, fornicar, no tener frío etc., sino de obtener la consideración explicita de tu entorno y del resto de la sociedad dónde te ha tocado vivir.
Ahora toca un tiempo en el que hay que elegir. Yo lo haré por el respeto que el otro me ofrece. Su ‘auctoritas’ y no el poder adquirido por circunstancias ajenas a su propia trayectoria. Ocurre que hay gente que se ve abocada, mejor empujada por las circunstancias a situarse al mando y ejercer un poder que extralimita su conocimiento cayendo en una suerte de totalitarismo ineficaz.
Hay que saber profundizar en el escudo protector de quien ejerce para saber si tiene la acreditación de la ‘auctoritas’. Buenos días.