Lo que aquí voy a narrar ocurrió hace justo una década. El 3 de abril de 2004 en el distrito valenciano de Zaidía. Apenas llevaba yo seis años años ejerciendo esta maravillosa locura del periodismo, pero en mi bisoñez profesional fui testigo de unas horas que no se me olvidarán en la vida. El desalojo de unas viviendas okupadas en la ciudad fue el polvorín perfecto en el que prendió la yesca de los radicales. Decenas de agentes de la Unidad de Intervención Policial trataban de controlar a dos centenares largos de okupas. Su intención, cortar el tráfico de cuantas más calles mejor, como parte del ruido de una marcha no autorizada, y sin embargo permitida. Porque la libertad de expresión existe. La libertad de violencia, desde luego que no.
Hora y media tardó en estallar la guerra. 90 minutos en los que los policías aguantaron todo tipo de insultos, provocaciones e intentos de los manifestantes por desatar la violencia de los policías. “Mira que tiene que dar gusto tirarse a tu hija”, “eres un malnacido y tu madre lo sabe”, “hijo de puta” o “dame, dame, que si no mañana te daré yo, que sé dónde vives” fueron algunas de las cosas más suaves que tuvieron que soportar los agentes. Yo fui testigo de ello. Igual que vi con mis propios ojos cómo los radicales ponían su cara delante del casco de los UIP y les decían de todo, de cómo les propinaban pequeños cabezazos buscando la respuesta violenta, de cómo les escupieron y propinaron por debajo de la pancarta patadas en los tobilllos. Cualquiera, creo que hasta yo mismo, hubiera podido responder a una de esas provocaciones. A mí me entraron ganas hacerlo. Soy humano. Pero aquellos policías no lo hicieron.
No fue hasta hora y media más tarde, al llegar al lado de un contenedor de obra lleno de cascotes junto al que los radicales tenían perfectamente estudiado pasar, cuando se desató la guerra. Los manifestantes agarraron varias piedras y las lanzaron contra los agentes. Y tornillos y tuercas que llevaban en mochilas empezaron a surcar el aire. A mí me rozaron varios de estos proyectiles. Jamás se me olvidará cuando, al girar una esquina, en la siguiente calle vi a dos de los okupas listos para lanzar un cohete con un rudimentario disparador fabricado con un tubo… disparado en horizontal por la calle y en dirección a los policías. Hasta tres vi pasar ante mis narices.
Aquello acabó con cuatro manifestantes detenidos y unos cuantos heridos, entre radicales y policías. Y no pasó nada más porque Dios no quiso… Al día siguiente, en los habituales foros de internet de grupos okupas y radicales (entonces aún no había redes sociales ni Twitter alguno) empezó a correrse la información de que los disturbios los iniciaron policías infiltrados y encapuchados, según ellos listos a abrirle la cabeza o sacarle un ojo a un compañero en pro de la veracidad de la infiltración y para que su fin diera el pego: dar la excusa para la carga policial. Yo lo vi con mis ojitos y digo NO. Mil veces NO. Allí había policías infiltrados, POR SUPUESTO. Como siempre los ha habido y los habrá. Porque no hay otra forma (o no hay forma mejor) de identificar a los elementos radicales que revientan manifestaciones. Igual que hay policías infiltrados en grupos terroristas o yihadistas. Pero de ahí a afirmar que los propios policías son los que inician los disturbios para crear el caos, es como afirmar que la ‘operación Palace’ realmente existió. Una de tantas conspiranoias que no por más veces afirmada deja de ser falsa. He aquí, para quien interese, el reportaje que firmé tras aquellos hechos.
Toda esta ‘batallita’ me viene a la cabeza hoy, 10 años después, tras el violentísimo enfrentamiento que se vivió entre radicales y policías tras la Marcha por la Diginidad del 22M en Madrid. Una vez más, “la policía, asesina” es el lema que se ha hecho más fuerte en redes sociales, y de nuevo la teoría de la conspiración de que la policía tiene órdenes de reventar las manifestaciones pacíficas para que a los titulares acaben llegando los hechos violentos y no las justas reivindicaciones (que lo son, JUSTÍSIMAS). Y hoy, 10 años después, esas conspiranoias siguen siendo tan falsas como las que surgieron tras la batalla campal de Zaidía.
No voy a negar que hubo descoordinación de la policía en su actuación. Lo dicen los propios agentes cuando ahora reclaman dimisiones en la cúpula de Interior por los grupos de la Unidad de Intervención Policial que quedaron aislados en medio de los altercados y fueron apalizados por los radicales. Pero de ahí a afirmar que la policía “reventó la manifestación”. Oiga, no… Quizás estuvo la cosa más centrada en sujetos como este, valiente cobarde, que afirmó tras reventar la cabeza a un agente:
“¡Voy todo de subidón! Le he tirado una piedra a la cabeza al policía cuando estaba en el suelo“.
En las redes sociales circulan “pruebas” de la “violenta actuación de la policía”. Uno de ellas, este vídeo, en el que según esa versión se ve la “sorpresiva irrupción” de la policía en una manifestación pacífica. Con todo respeto, lo primero que veo yo en ese vídeo es una bengala salir lanzada de la parte izquierda de la pantalla. Claro, seguramente lanzada por algún policía. Es parte del habitual material antidisturbios, sí, sí, de toda la vida…
Otra de sus pruebas: un vídeo en el que dicen que se ve una indiscriminada carga de la policía contra un grupo que lo único que hace es lucir una pancarta con el lema ‘No pasarán’. De nuevo, con perdón, yo lo primero que oigo en el vídeo es un continuo repique. Y no de campanas, sino de piedras y de cascotes (una de las que se ve pasar del tamaño de un melón) golpeando contra los escudos y cascos de los policías.
Secuestros en el metro. Otra de sus pruebas. Hubo gente que no pudo salir durante cierto tiempo mientras los disturbios estaban desatados en la calle. Pero es una práctica habitual en la policía cuando hay altercados: cerrar estaciones de transporte ante el riesgo de que una avalancha de personas acabe generando una emergencia o catástrofe aún mayor. Pero vaya, para los conspiranoicos fue un “secuestro cometido por el Gobierno de España”… Igual preferían que en vez de dos o tres ciudadanos, hubieran acabado caído decenas a las vías fruto de una avalancha…
Este vídeo tiene mucha miga. Una increible prueba de manipulación, esa de la que los radicales acusan a la policía y a los propios medios de comunicación al tratar estos temas. Los subtítulos no tienen desperdicio. En el vídeo únicamente se ve a la policía, unos disturbios en los que no se identifica a nadie y luego un grupo de policías infiltrados (SÍ, los hay, los hubo y los habrá como lícita maniobra de investigación policial) descubiertos por los manifestantes. NADA MÁS. Pero da igual. El guión para un episodio de “policías infiltrados y violentos está servido…”.
Otro vídeo del mismo palo. Otro gran trabajo de investigación para descubrir a un policía infiltrado y violento. Los avezados reporteros hasta son capaces de descubrir que el policía pide clemencia a sus compañeros para que no le zurren. Eso dicen los subtítulos. ¿Escuchan ustedes por alguna parte al policía diciendo tal cosa? Yo no…
Incluso aportan pruebas fotográficas. La de este sujeto. Aseguran que es un policía infiltrado y violento (otro) destrozando un escaparate en una protesta de la que no identifican ni lugar ni día. Y donde dicen que hay una pistola…, oiga, yo no veo más que una sombra, pero seguramente será la miopía…
Y bueno, por no nombrar, en referencia a la foto anterior, lo tremendamente fácil que es hoy en día manipular una foto siguiendo las artes del Facebook. Ahí va un ejemplo. Ayer mismo corrió como la pólvora esta foto de una ministra italiana enseñando bastante más que la firma en su acto de jura del cargo (hasta yo mismo la compartí, iluso de mí…).
Pero era un completo ‘fake’, un montaje. Photoshop mediante. Y aquí, como bien me hizo ver la compañera Lorena Ortega, la real…
Estas, las que cuelgo aquí debajo y con las que ya acabó, por cierto, no son trucadas ni falsas. Son los efectos de las agresiones sufridas por los policías que intervinieron en la manifestación de Madrid.
Pero, en fin… Que sigan las historias de policías infiltrados y otras conspiranoias…